No se si este país me ha gustado más que sorprendido o al revés, seguramente Rumanía sea hoy por hoy el mejor secreto guardado de Europa, lo que no es ningún enigma es que he disfrutado de sus maravillosos lugares, ciudades, paisanos y sobre todo de su bucólico paisaje. Esta cita anual con los compañeros de camino cada vez se hace más deseada, más esperada. Todo un puzle con sabor a tiempo que se unifica en una añorada semana durante todo el año.
En un aeropuerto moderno, no demasiado grande al que llegamos pasada la 1 de la madrugada del lunes 28 de marzo nos esperaba una chica bastante joven, delgada y rubia, con cara de no haber roto un plato en su vida. Silvia, es nuestra guía en esta peregrinación, en días posteriores nos demostraría su carácter y sobre todo lo buenísima profesional que es. Hasta ahora, y ya llevamos unos cuantos viajes, la mejor, con diferencia.
Bucarest nos abre los brazos con sus grandes avenidas arboladas, majestuosos palacetes donde una vez habitó la aristocracia rumana, muchos, abandonados en la dura época comunista y deteriorados por el paso del tiempo que se ubican junto a edificios de apartamentos estalinistas envueltos en cables que le dan ese aire caótico y desordenado a la gran y bulliciosa urbe. Cables, muchos cables.
Nos dirigimos al hotel NH Bucaresti, a penas a un corto paseo caminando del centro histórico, donde lo que recuerdo es el calor que hacia en la habitación.
Tenemos que levantarnos temprano, nos esperan. Somos recibidos por monseñor Miguel Maury nuncio apostólico del Vaticano en Bucarest que nos invita a pasar a la capilla de la sede donde va a concelebrar misa con nuestros frailes. Entre charla y charla, foto y foto hay quien le pregunta a monseñor si aparecen muchos españoles por aquí y su excelencia reverendísima se deja caer con un "gracias a Dios NO". Nos damos por aludidos, recogemos chaquetones y salimos por la puerta comentando la similitud física entre este señor y el obispo de Cádiz del que dice ser bastante amigo. Todo se pega, sobre todo lo malo.
museo del pueblo |
A pesar de este bochornoso comienzo, nos dirigimos a la primera visita de la mañana, hace un día luminoso, el sol nos lo hemos traído de nuestra tierra y casi sobran los chaquetones. El frío y la nieve que nos anunció el tiempo han desaparecido.
Vamos al Museo del Pueblo, un parque al aire libre a orillas del lago Herastrau donde están representadas todo los tipos de construcciones de las distintas regiones rumanas, muchas las conoceremos posteriormente in situ. Así , paseando por sus calles, aprendemos tradiciones e historia del pueblo rumano. El museo Satului esta ubicado dentro del parque Herastrau, una de las zonas verdes que tan a menudo nos encontraremos en esta caótica city. Fue fundado a principios del siglo XX por el rey Carol II y cuenta con casas típicas desde la Edad Media hasta del siglo XIX. En la Segunda Guerra Mundial fue utilizado para albergar refugiados con el consiguiente deterioro sufrido y en la época comunista incluso estuvo a punto de desaparecer. Los edificios mas representativos son los de la región de Maramures, también de Transilvania, Valaquia y Moldavia. Algunas casas se pueden visitar por dentro y aprender de este modo las condiciones austeras de vida del pueblo campesino rumano, dentro encontramos utensilios domésticos, mantas, colchas, tapices, bordados... y en el exterior pajares, establos, pozos, aperos de labranza... supone un agradable y relajante paseo por un lugar donde los bucarestinos pasan sus tardes de sol.
Continuamos pateando una de las calles mas importantes de Bucarest , Calei Victoriae, avenida que cruza el centro de la city, llena de grandes edificios donde se mezcla lo clásico con lo moderno en un intento conseguido de respetar el pasado en fusión con el presente. A pesar de ello, aun quedan muchas viviendas por restaurar o derribar, es el lado oscuro del comunismo.
Tras esta estimulante caminata, almorzamos tempranito en Casa Soare, restaurante elegante, clásico, con amplias terrazas y jardines en el centro de la ciudad. Es el primer contacto con la cerveza rumana. Nos vamos habituando poco a poco a ese jet lagñ de una hora que nos ha robado la rotación terrestre, empieza el gusanillo del hambre. La comida está rica, sopa con picatostes, muchos picatostes, berenjena rellena y creme bruleé. Silvia además de hacernos de banca para pagar bebidas, nos comenta que tenemos hora reservada en el palacio del parlamento rumano, vamos a visitar el segundo edificio mas grande del mundo detrás del Pentágono. Construido por obra y gracia del dictador Ceaucescu en honor a su egocentrismo, a esa megalomanía que nubla el entendimiento de los dictadores ávidos de poder. Con la comida aun en la boca, llegamos por el bulevard Unirii a esta mole gélida y aburrida de basta construcción con 12 pisos y nosecuantos sótanos, levantados sobre los cascotes del centro antiguo de una ciudad con fama de ser de las más bonitas de Europa a principios de siglo. El terremoto del año 77 hizo daño y el dictador lo aprovechó. La barbarie del poder.
La entrada está muy reglada, arco de seguridad, dejar los DNIs, una de las empleadas nos acompañará todo el tiempo, (más para vigilarnos que para comentarnos nada) y las fotos pagan. Desde que accedimos al recinto tengo la sensación de estar en la barriga de una ballena. Es enorme, todo es enorme, desmesurado, exagerado, salas, pasillos, columnas, escalinatas, techos, lámparas, cuadros, alfombras, cortinas.... basto lujo comunista de mármoles, piedras y maderas nobles con lujosos cristales, terciopelos y sedas . Cruzamos la sala de Honor sobre una alfombra verde mullidita que da gusto pisar, y ¡con zapatos! estos tienen ganas de limpiar, indiscutiblemente. Conocemos los primeros reyes y héroes rumanos. visitamos diversas salas de exposiciones, un teatro, un balcón enorme que desde fuera se ve ridículo, escalinatas, salones.... la visita dura poco mas de una hora, Silvia nos va tomando el pulso y comienza a sonreir un poco mas. ¡Vaya con el primer dia! y ¡yo pensaba que Bucarest sería una ciudad anodina!. Nos vamos al hotel a descansar aunque muchos prefieren seguir pateando la capital.
Un par de horas mas tarde, bien repuestos regresamos al casco viejo: la antigua posada Hanu en la calle Fraceza, la corte vieja de Vlad el Empalador, Lipscani con su maravillosa librería Carrusel, la Banca Nacional y los pasajes Vilacrosse y Macca ,cubiertos a modo de elegante galería parisina donde tiendas y cafeterías como el Orient café te invitan a cruzar sus puertas. Y, sobre todo, las pequeñas iglesias ortodoxas que vamos dejando a nuestro paso, como la de la calle Stavropoleos, en su patio casi siento olores de otra época, de otro tiempo. A unos pasos se encuentra Caru cu bere, carro de cerveza. cenamos hoy en el restaurante más popular de la capital. Se puede reservar por internet, siempre está a tope porque está en el centro, es espectacular, se come bien a buen precio y fabrican su propia cerveza desde hace siglos, mas de uno por lo menos. Su interior no ha cambiado en este tiempo, murales en las paredes, cristaleras de colores como las de las iglesias, columnas arqueadas le dan su seña de identidad que cuenta por que a Bucarest se la llamó en un tiempo la pequeña París. Un señor toca el violín acompañado de un pianista. Cuando se percata de la presencia del grupo comienza con melodías españolas, no falta el VIVA ESPAÑA que todos coreamos, ¡como no! y continúa con Granada, ya tenemos a todo el restaurante pendiente de nuestra zona y es que nuestra tierra está llena de lindas mujeres de sangre y de sol.
Nadie tiene ganas de dormir aun a pesar de que las alarmas sonaran a las 7h. El centro está muy animado, paseamos buscando algún lugar donde tomar una copa y aterrizamos en un local con terraza llena e interior sofocante. Somos 15, ocupamos medio local, pedimos cubatas a ver si hay suerte y saben ponerlos pero no, esto va a ser complicado, ni ginebras buenas, ni hielos en condiciones ni cacahuetes, ni gominolas. Bueno, es lo malo de vivir en el mejor país del Mundo, echas de menos estas cosillas. Está llegando al final este primer dia que nos ha sorprendido a todos. Decidimos buscar el hotel dando un pequeño paseo, algunos vuelven en taxi que son bastante económicos, llevan la tarifa por km pintada en la puerta. Un poco mas de 10 minutos y estamos en el NH, en la zona financiera de la capital, buenas camas, buen servicio, buen desayuno... los hoteles españoles los mejores con diferencia.Acaba el primer día, intenso, otro precioso tesoro que guardar en el recuerdo de nuestra vida.
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