sábado, 21 de mayo de 2011

Italia peregrinos agustinos 2011. Asís, el país de Nunca Jamás Italia-5

Volvemos al principio, volvemos a Roma. Atravesamos la región de Umbría y en Perugia una de sus provincias, dominando una gran llanura  aparece el monte Subasio, allí se refugia  Asís una tranquila población  donde nació y murió San Francisco, patrón de los italianos  y fundador de la Orden Franciscana.
El casco medieval está perfectamente conservado, a pesar del  terremoto que hace unos años produjo irreparables pérdidas en la basílica y otras localizaciones. El ambiente de misticismo que se respira  nos invita a quedarnos eternamente en este delicioso y tranquilo remanso de paz donde moraron hace muchos, muchos años San Francisco y sus compañeros de aventuras. Estoy convencida que cuando un alma como la suya ha hecho tanto bien en un lugar, las vibraciones positivas allí originadas  nos llegan a través del tiempo, de los siglos. Se siente en el aire aún la presencia de su espíritu puro y bondadoso.
La luminosidad es perfecta, hace un día precioso. Escalamos una empinada cuesta desde cuya cima se contempla un magnifico paisaje con la llanura a nuestros pies  y  la basílica y el convento sobre nuestras cabezas, se diría que es una fortaleza inexpugnable.
Tras ascender  por las callejas medievales, ingresamos en el recinto de la basílica,  entramos en la iglesia inferior. Sus techos son bajos, la escasa luz natural que entra es a través de unas bonitas y coloridas vidrieras, recorremos varias capillas con estrellas doradas sobre fondo azul oscuro en sus marcadas bóvedas y frescos en sus paredes que narran lo acontecido en vida del santo. Esta iglesia parece estar aplastada por el peso de la otra que soporta encima, nos llama a la intimidad, al  recogimiento, a la oración y reflexión. Seguimos  cruzando la iglesia hasta llegar a la cripta, en un piso inferior. Allí protegido por unos barrotes de hierro está el sepulcro, en medio, en alto. A su alrededor, el de sus compañeros y amigos. Un fraile franciscano está sentado tras una pequeña mesa y con una sonrisa nos ofrece una estampa del santo. Antes, nuestro guía  nos había hablado de la vida de San Francisco, como era un joven de una familia acomodada y un día lo dejó todo,  su vida dio un giro de 180º. Sus razones tendría, valor y locura es lo que se necesita para hacer esto,  y esto es lo que le voy a pedir cuando llegue a su lado, sobre todo valor, la locura seguro que me sobra, ya ando medio majareta.
Es en la  iglesia inferior donde asistiremos a misa, el padre Esteban nos cuenta que cumple 25 años de sacerdocio. Mi más sincera felicitación por su vocación, por su tenacidad y porque  es una excelente persona, se le nota en la mirada.
Entre iglesia inferior y superior una librería y un claustro con nombre de Papa, Sixto IV,  arcos esbeltos lo adornan y un pozo. Todos empezamos a tirar fotos, no es que sea un lugar excepcional, es más bien la sensación de bienestar que llevamos en el cuerpo lo que queremos captar con nuestras cámaras.
Subimos las escaleras que conducen por fin a la basílica superior, techos altos, llena de luz y de color. Un recuerdo de otro lugar y otra basílica sacude mi mente: Nazaret, la Anunciación, aquella luz, su cúpula con las M y los cuadros colosales de la Virgen María. Seguro que debe de haber algún nexo entre estas dos iglesias.
Lo que más me llama la atención aquí es la sillería del presbiterio en madera preciosamente labrada y con unos trabajos de marquetería maravillosos. El guía nos invita a observar la perspectiva de algunos de los trabajos, es asombroso.  Giotto vuelve a firmar los frescos pintados en las paredes que hablan de la vida y milagros de san Francisco.
Ya nos vamos, en la fachada de la iglesia superior por donde salimos al exterior, hay un rosetón enorme, dicen que “el ojo de la iglesia más bonito del mundo”. Y frente a él, igual de grande o más, la PAX,  dibujada en el césped, nos invita a seguirla, también una estatua ecuestre del santo volviendo a casa, exhausto.

Tras el intermedio del almuerzo, la última visita del día, una de las iglesias más grandes de Italia,visible desde cualquier lugar de la llanura, Santa María de los Ángeles. La estatua dorada de la Señora se alza en el pórtico anunciando el tesoro  que guarda en su seno: la Porciúncula y la Capilla del Tránsito. La primera, en pié desde el siglo IV,  fue el lugar que eligió Francisco para retirarse a orar y llevar su vida mendicante. Eran unas ruinas que con amor, paciencia, algo de barro y piedras restauró para que le sirviera de refugio, aquí  se le unieron sus compañeros y fundaron la orden. Desde que murió el santo ha sido objeto de culto y nunca falta quien rece en ella. Peregrinos del mundo siempre la ocuparán. La segunda, una pequeña y austera celda construida por ellos también donde pasó a mejor vida y que también protege la blanca e inmensa Iglesia. Otras pequeñas joyas como la Capilla de las Rosas o el pozo de san Francisco resguarda este reverenciado lugar el cual no puede dejar de ser una importante etapa en el mapa del peregrino.

Las fotos de Asis pinchando en: ASIS

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