Salimos con la tempranera acostumbrada de Piatra Neamt, la ciudad que nos acogió ayer para descansar, la perla moldava, capital del distrito de Neamt. Nos dirigimos hacia Brasov, otra de las ciudades sajonas baluartes del país, atravesando los Cárpatos dirección sur por una alborotada y a veces desvencijada carretera de montaña, es muy difícil aburrirse transitando por estas vías, persiguiendo el curso del rio que de vez en cuando se ensancha formando lagos, estanques o presas, dándole al paisaje un rico dinamismo.
Sobre una horita mas o menos subiendo, llegaremos a la garganta de Bicaz, espectacular cañón, capricho de la Madre Naturaleza situado en la zona central de la cordillera carpatiana, puerta natural y paso obligado entre las regiones de Moldavia y Transilvania.
Desde que salimos, la carretera se ha ido estrechando, complicándose cada vez mas hasta llegar a lugares donde perpendiculares paredes resbalan hacia el rio, dejando apenas espacio para que pase el bus. Pocos rayos de sol dejan pasar estas murallas naturales formando pasajes umbríos, húmedos, boscosos y fríos. Gran Serpentina, Puerta del Infierno, Piedra del Altar o Monte Asesino nominan estas cumbres que nos rodean. Oímos la llamada de la Naturaleza invitándonos a echar a andar por senderos perdidos, siguiendo el rio Bicaz que serpentea entre altos picos.
Vamos en dirección al Lago Rojo, a medida que avanzamos, el bus ralentiza su marcha para que admiremos el entorno, las paredes de piedra caliza van ganado altura y verticalidad, mientras el rio discurre a nuestra derecha, los desfiladeros bailan con la carretera y en cada giro, en cada curva se descubre un nuevo paisaje, una nueva pared que cierra otra dando paso a un nuevo monte mas alto, a otro paso mas angosto por el que vamos a ritmo de tranquilo caminante. Allá en lo alto aparece una cruz , es el Altar de Piedra, una roca de 1.120m de altitud que impresiona por su perpendicularidad, da hasta vértigo mirar hacia arriba. Cuentan que los antiguos dacios lo utilizaban como altar, de ahí su nombre.
Cruz en el Altar de Piedra |
En uno de los giros, la carretera aprovecha un ensanche y permite detenerse a los aventurados conductores y pasajeros, un grupo de cabañas de madera se apiñan a la izquierda, en una oquedad formada en la piedra, ofreciéndonos artesanía local, pieles de animales, calcetines de lana, recuerdos e incluso enanos para el jardín. Paramos para echar pie a tierra y empaparnos del aire puro, del sonido del rio, del olor de los árboles y de las vistas que nos rodean y también para perder un rato entre los puestecillos.
Por una ruta cada vez mas empinada y frondosa, seguimos ascendiendo hacia la próxima parada que será en el Lacu Rossu. Este embalse natural se formó en 1837 cuando un corrimiento de tierras provocó el derrumbe de una ladera del monte Ghlicos, dicen que causando victimas, por eso lo rebautizaron como Monte Asesino. El derrumbe taponó la salida del rio Bicaz y algún otro arroyuelo formandose el lago, inundando un bosque de abetos, que asoman hoy como troncos petrificados en las aguas tranquilas del Lago Rojo.
El paisaje nos ofrece cumbre nevadas, bosques frondosos y sol radiante bajo la banda sonora que pone el agua corriendo en su cauce. La nieve también la tenemos a nuestros pies.
Alcanzamos una llanura a novecientos y pico metros de altitud donde se formó el estanque. Nos apeamos en el restaurante Panorama a pie de la carretera desde donde tenemos una preciosa vista de las masas de abetos y altas cimas, el lago comienza a deshelarse, asomando los troncos petrificados. El color no es rojo, quizás lo sea en verano, cuando los sedimentos de oxido de hierro arrastrados por los ríos que lo alimentan le den ese color. Ahora está helado y es verdoso. Bajamos al embarcadero para verlo desde cerca, el deshielo provoca que las orillas estén enfangadas y sea difícil pasar de las vallas protectoras. Las piedras rebotan en la superficie, está realmente congelado.
Lago Rojo, embarcadero |
Nos hacemos un montón de fotos y algunos nos vamos de paseo por el sendero que lo rodea mientras otros buscan refugio en la cafetería del restaurante.
paseo en el Lago Rojo |
Decido aprovechar el rato en fotografiar el hermoso paraje del parque nacional Cheile Bicazului donde nos encontramos. Es una zona rica en coníferas, nogales sauces... también en osos pardos, negros, lobos, ciervos y jabalís.
vistas desde el restaurante Panorama |
Este lugar es un complejo vacacional realmente bonito para los aficionados al trekking, piragüismo, paseos en barca, turismo rural etc.
Tras el agradable paseo, aprovechamos para tomar un café y un dulce típico húngaro de la zona, el kurtoskalacs, masa de bizcocho que se cocina sobre brasas, envuelta en unos cilindros de madera. Están cubiertos de azúcar crujiente, una dulce chimenea.
El restaurante ofrece unas preciosas vistas del lago desde su terraza, el interior es muy acogedor. En un pequeño rincón bajo la escalera, una mesa de maquina de coser antigua muestra una decoración entrañable: un cordero junto a otros animales, conejitos, gallinas y huevos pintados nos recuerda que estamos en tiempo de Pascua.
Maria José descubre en una de las paredes un elegante delantal bordado al que le hace una foto a ver si consigue encontrarlo esta tarde en Brasov, donde por fin dispondremos de tiempo para gastar los leis que se acumulan en las carteras.
En esta zona del país viven bastantes húngaros. La comida, las costumbres, las viviendas, los carteles de los negocios, los nombres de las ciudades... todo esta influenciado por esta minoría étnica de la que veníamos hablando en el bus. Hemos pasado por poblaciones con casas-palacio pertenecientes a estos pueblos asentados desde hace mucho en Transilvania. Son llamativas, rococós, rimbombantes, de todo excepto discretas. Igual que la vivienda del presidente del Steaua, en Bucarest, Gigi Becali, con adornos dorados en la fachada y un gran crucifijo de oro en el murete del jardín. Lujo estrepitoso.
Ponemos rumbo a una de estas poblaciones totalmente húngara, Gheorgheni, aunque vamos a comer en Miercuerea Ciuc, un poco mas al Sur, en un hotel de fachada estalinista situado frente a un animado parque, es el Hunguest Hotel Fenyo. Nos sirven ensalada cesar y trucha con patatas al horno. La trucha sigue sin ser mi pescado favorito. Lo que si está rico es el postre hungaro, un dulce de hojaldre relleno de crema y cubierto de chocolate y nata. De todas formas no me gusta comer ni cenar en hoteles, prefiero restaurantes, si no son de turistas, mejor.
Un par de horas nos separan de Brasov, ciudad a los pies del monte Tampa, a la que llegamos con gran expectación y calor, 22 grados marcan los termómetros, la temperatura es veraniega. El bus nos pasea por el centro de la city con letrero hollywoodiano en lo alto de la colina, hasta que un gendarme nos da el alto para informarnos de que hay obras y debemos dar la vuelta.
Nuestro destino es la iglesia católica de San Pedro y San Pablo, situada en la avenida principal de la ciudad. La fachada es totalmente barroca, el interior precioso, tranquilo y cuidado, en la entrada hay un gran crucifijo. Una vez dentro podemos observar la rica ornamentación, los bancos de madera antiguos y las bonitas vidrieras tras el altar. Hoy el padre Esteban se estrena en esta peregrinación.
En un contrafuerte del lado Norte aparece la estatua de un niño a punto de caerse. La leyenda cuenta que es el hijo de un maestro de obras que murió de frio tras ser olvidado allí por su padre.
En el exterior de la iglesia también llaman la atención los relojes y si nos fijamos bien, hasta el apóstol Santiago encontraremos.
sinagoga de Brasov |
Unos metros más y nos topamos con la puerta de Santa Catalina. Brasov conserva parte de sus edificaciones defensivas, murallas, torres, bastiones y puertas. La puerta de Santa Catalina es la única que ha sobrevivido de la época medieval, fue construida por los sastres y recuerda el castillo de la Bella Durmiente. En la parte superior lleva el escudo de la ciudad, una corona sobre un tronco de un árbol, lo veremos mas tarde durante nuestro paseo en maceteros y mobiliario urbano. Volvemos hacia la plaza central pasando por delante de la Torre Negra, el bastión de los Tejedores...probablemente ofrecerán bonitas vistas desde lo alto.
puerta de santa Catalina |
Llega por fin la hora del recreo y como escolares corremos en busca de tiendas y meriendas. La primera parada es en la farmacia para comprar las cremas de la doctora Ana Aslan descubridora en la década de los 50 del gerovital H 3, elixir de la eterna juventud, cosmético que terminaron prohibiendo por su contenido en novocaína. Entre sus ilustres clientes Kennedy, Chaplin, Dalí, además de exitosas estrellas de Hollywood...aun hoy sus cremas son reclamo de propios y extranjeros. Formamos un atasco en la caja registradora de la botica que me invita a salir pitando a buscar alguien para que me acompañe a subir al monte Tampa en teleférico, pero los planes son otros, terraza en la calle peatonal, mejor voy a gastar leis. Me compro un cojín bordado en rojo que me cuesta un dineral, un camino de mesa muy bonito y unos cuantos imanes de nevera.
Hemos quedado en e Mac Donald para que el bus nos recoja y nos lleve al hotel Ramala que se encuentra en las afueras. Decidimos dejar las maletas en el hotel y volver a cenar a un restaurante al que ya le hemos echado el ojo, Festival 39. Lo malo es que una vez en el hotel, me gusta mas la cama que la salida y me quedo sin fiesta. Jacobo, María José, Tere y Antonio son los valientes, se pegan un gran homenaje en el precioso restaurante del centro con paseo nocturno incluido, de mientras, el resto, compartimos restaurante del hotel con un viaje de estudios de jóvenes griegos y un equipo de hockey de algún otro lugar de Europa.
Estas rutas son tan intensas que ni dormir mal te dejan, las pocas horas reservadas al sueño nocturno cuentan como si estuvieras anestesiado.
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