viernes, 8 de abril de 2016

Rumanía peregrinos agustinos 2016-2.De Valaquia a Transilvania

Segundo día, comienza la alineación con este país, hasta ahora, ajeno. Bucarest no nos deja indiferentes a pesar de sus cables, de sus edificios cutres o de sus mansos perros callejeros. La belleza de avenidas y parques, del centro histórico, la loba capitolina sobre los brazos del desnudo Trajano, sus habitantes rebozados en mantas en las terrazas de restaurantes y bares o sus pequeñas iglesias ortodoxas, verdaderos tesoros rumanos, son mas que suficientes para contentar al viajero mas exigente.
Hoy emprendemos el camino duro, kilómetros de rutas hacia el cielo donde encontraremos la fascinación por el lugar. Llegaremos a Sibiu, en plena Transilvania pero antes madrugón y alguna visita mas.
Por fin tenemos dinero, ayer, en el centro, encontramos una casa de "Exchange" donde deshacernos de nuestros molestos euros y conseguir maravillosos LEIS que podremos convertir en cervezas y shopping. ¡Bendita cerveza! URSUS versus Cruzcampo, ¡me da igual!
Salimos de la gran capital descubriéndola grande de verdad a pesar de que voy envuelta en un sopor de sueño interrumpido por un "buinos deas... es su hiora de dispertar". Mi anorak de borreguito azul eléctrico es insuficiente para calmar todo el frio que tengo, ni ganas de desayunar ni de que me hablen. ¡Que mal lo llevo tan de madrugada! 
Dejamos atrás elegantes avenidas de edificios clásicos donde continuo encontrando esos tríos de ventanas trinitarias, las miro sin mirar a penas; llegamos a la rotonda del arco de triunfo construido a imagen del parisino, mas modesto y en obras; nos despedimos del rio Damvovita que alimenta la capital aunque volveremos a encontrarlo en un futuro no muy lejano.
El padre David saluda el nuevo día con mi oración favorita, ese precioso "padre nuestro" que nos enseñó Jesús y que aprendí de mi abuela a penas supe hablar. Silvia nos da la "buna dimineata" y cuenta el plan de la jornada. De momento un montón de kilómetros. cambiaremos de región, de paisaje y hasta de río. Me dejo mecer en el dulce vaivén del bus y caigo en los agradables brazos de Morfeo, creo que todos hacen lo mismo  hasta llegar a la primera parada técnica en la consabida gasolinera de turno. Aquí venden discos de los Chunguitos rumanos y también algo parecido a las Grecas, es lo malo de la globalización. Café, baños, 15 minutos y seguimos. Por fin despierto, hace frio, llueve un poco, hay niebla, el paisaje empieza a cambiar.  La autovía se va estrechando, hasta convertirse en carretera nacional. España, ruta del toro en los noventa y muchos. Nos  acompaña el rio Olt, estamos  subiendo, vemos casas de madera oscurecidas por el tiempo que se alinean junto al asfalto y también verde, mucho verde vegetal. Son los Cárpatos Meridionales, estamos llegando a la primera visita del día, el monasterio de Cozia aún en Valaquia.
En este viaje vamos a conocer importantes monasterios ortodoxos, todos ellos en bastante buen estado a pesar de haber contemplado varios siglos de historia. Cozia debe ser de los importantes. Lo mandó construir casi a final del siglo XIV el príncipe Mircea el Viejo para que sus huesos y los de su familia reposaran en él. Este señor además de ser un excelente político y estratega en batallas contra los otomanos, fue también amante del arte, por eso el monasterio, situado en un tranquilo paraje de nogales, es una joya, quizás única, con su claustro bizantino y sus frescos. El exterior es a rayas horizontales rojas y amarillentas, los ortodoxos tienen esta decorativa costumbre con los ladrillos. Las cúpulas verdes creo que de bronce.
monasterio de Cozia

Por desgracia, mi cerebro hace mas caso a mis ojos que a mis oídos, desconecto de las explicaciones que nos regala Silvia sobre columnas espiraladas, viñetas de paredes, dualidades entre izquierda o derecha, el bien y el mal y fijo imágenes en mi retina. Descubro el Pantocrátor en la bóveda central, ella me lo explicó antes, solo en la nao, en el mástil de la iglesia, es Cristo Pantocrátor, los tetramorfos evangelistas lo escoltan, los apóstoles están muy cerca, el resto le acompaña. También su vida en bucle continuo del Nacimiento a la Resurrección. Doblo y giro la cabeza una y otra vez siguiendo el halo de luz verde que va mostrando lo que nos cuenta. Hace frio aquí dentro. Los muros son robustos, el rio pasa cerca, la humedad y los años no han dañado su belleza.
frescos del monasterio de Cozia
 Me quedo con la elección tras la meditación, mi opción al salir será la derecha, bastante malo tenemos ya en este mundo para complicarnos mas la vida con el rio de fuego y los demonios a cambio de nada.
Este monasterio, cuidado por los monjes que charlaban en el jardín, esta rodeado por construcciones posteriores, un convento, un museo con una pequeña tienda donde satisfacer nuestro mono de shopping  y un pozo donde flotan los plastificados billetes rumanos dejados por visitantes con peticiones y deseos a la Santísima Trinidad.
fuente del monasterio de Cozia

Nos hacemos un millón de fotos, solos, en pareja, en grupo... creo que es el viaje que mas fotos de grupo hemos hecho. también vamos buscando aquella imagen original que nadie haya descubierto antes para "el juego del peregrino", algún experto tenemos ya. Entro al museo donde están expuestos  documentos antiguos y objetos, imagino que importantes para la historia del lugar. Los iconos pintados en madera son realmente impresionantes, deben ser valiosos, las vidrieras siluetean personajes relevantes, el rey con la maqueta del monasterio en las manos y a su familia frente a los sacerdotes.
cristaleras del museo de Cozia
No nos queda demasiado tiempo, debemos seguir,  comeremos en el restaurante  Hermania de Sibiu ubicado en una antigua sala de música  en la calle Filarmónicii. Sopa bañando tallarines y trucha, gordita, sabrosa, a pesar de que no me gusta, es el único pescado que no adoro. Probamos el Palinka por primera vez. Al menos 40 grados de fuego atravesando la garganta con sabor final a ciruelas.


Estamos en la capital cultural europea de 2007 y la pasearemos tras el almuerzo. Nos dirigimos andando hacia la piata Mare, la plaza grande rodeada de bellas fachadas pintadas en colores pastel, casas medievales con escarpados tejados donde se abren curiosos oculos que observan nuestros pasos.El centro es peatonal, no hay coches que estorben a propios y extraños facilitando el libre albedrío. Aquí está la iglesia  católica a la que accedemos para descubrir en su altar mayor una bellísima Madonna pintada, muy bien iluminada, centrada en un trampantojo  mural que nos engaña la vista mostrándonos columnas, frisos y preciosas balconadas.
Madonna de la iglesia católica en Sibiu

Fuera, el ayuntamiento y la torre del reloj además de un importante museo... y los ojos de Sibiu. En medio de la plaza una especie de jaula donde seguramente encerrarían a los gamberros. Es un lugar alegre, amplio, cómodo, muy cuidado, muy sajón dicen. Encuentro una leyenda que narra que los niños perdidos de Hamelin salieron de las cuevas Almasch de Transilvania, en algún lugar cerca de la actual Sibiu, esto explica la aparición de un pueblo de cabello rubio y ojos azules que hablaban alemán y vivían según las costumbres de pueblos situados a miles de kilómetros de distancia. En efecto, las fortalezas y aldeas fortificadas de Transilvania fueron fundadas en el siglo XII por sajones inmigrantes procedentes del valle del Mosela.
Continuamos hacia la plaza Mica, justo a la vuelta, cruzando un pasaje bajo la torre. Esta es más bonita aun si cabe, tiendas, cafés, gente, el museo de la farmacia además de otros y un puente forjado, el de los mentirosos, con otra leyenda, si la mentira es chica, cruje, si es grande..., mejor no mentir por si acaso. Bonito escenario para otra foto coral.
puente de las mentiras
Cruzamos el puente que sigue en pie y nos encontramos con un callejón de  escaleras empinadas que conducen a la parte baja de la ciudad, junto a ellas, una estaca de madera con un montón de clavos y piezas varias, es un recordatorio de los artesanos que año tras año vienen a remendar la zona antigua. Los pies nos llevan hacia la tercera plaza, Huet donde se ubica la iglesia evangélica de Santa María, es un edificio imponente, tiene una torre central con siete niveles encuadrada por otras cuatro torres menores. Sibiu me está enamorando, es una ciudad totalmente distinta de Bucarest, la pongo en el top 10 de mis ciudades europeas.
Poco más adelante, en una calle no demasiado importante, descubrimos la espléndida catedral ortodoxa de la Santísima Trinidad con su fachada a rayas horizontales rojas y amarillas, a pesar de esto, su silueta recuerda la basílica de Santa Sofía en Estambul, dos torres altas franqueando el portón y una cúpula central rodeada de pequeñas torretas, entramos a conocerla.

catedral ortodoxa de Sibiu
Subiendo escalera, en el suelo, veo unos artilugios de metal con forma de ángeles desencontrados, para limpiar los zapatos de nieve me cuentan.

catedral ortodoxa de Sibiu














Resulta tan magnífica por fuera como por dentro, asombran las ricas pinturas interiores, los maravillosos y vibrantes colores empleados, la ornamentación. Delante nuestra el iconostasio donde se colocan los iconos en un orden determinado transcurriendo de Norte a Sur, separa la parte central del templo del santuario privado. Es dorado, labrado, espectacular. Detrás el kliros coro y en la bóveda central Jesús Pantocrátor con los evangelistas.



catedral ortodoxa de Sibiu















El tiempo discurre implacable, buscamos las murallas que rodeaban la ciudad, eran concéntricas, formando tres anillos. Aun quedan bastantes restos, aguantan algunas estructuras, lienzos, puertas y torres gremiales: arcabuceros, alfareros, carpinteros, la torre gorda.... y blanca, para guardar el grano. Las fotografiamos para el recuerdo.

torres de los gremios. Sibiu

Sibiu nos ha conquistado, es un precioso diamante transilvano situado en las laderas de los Cárpatos que nos ha dejado con regusto a poco. Decidimos volver tras la cena que será hoy en el hotel Golden Tulip. Nuestra Silvia, que ya es nuestra, nos conduce caminando hasta una calle peatonal desde donde se ve el hotel y nos explica con detalle como llegar andando, son unos 10 minutos.
Hoy celebramos misa en el piso 10  del hotel, antes de cenar. Estas misas en los frios salones hoteleros son un poco raras, suena el hilo musical de fondo, hay gente alborotando en el pasillo.... Nosotros a lo nuestro que es lo mejor.
 Me encanta el ascensor exterior de este hotel, tiene luces rojas y azules de neón, cuando sube es azul, cuando baja se vuelve rojo. A Jacobo le da vértigo y le ponemos de espaldas al paisaje. El restaurante esta en el piso 11 rodeado de una amplia cristalera panorámica desde el que contemplar la ciudad. Va cayendo la luz del día y comienzan a encenderse luces en el pueblo. La lluvia hace su aparición anunciada desde el amanecer rebotando con fuerza en los cristales, su furia nos acobarda.  Miro con pena el agua que cae a cántaros y me despido de Sibiu, corremos a refugiarnos en el bar del primer piso donde esta vez los cubatas tendrán una nota ligeramente mas alta, aunque a penas pasadas las once o clock nos invitan a marcharnos. Mañana será otro día, habrá mas por descubrir y por convivir. 

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