lunes, 15 de septiembre de 2025

La Rioja-2 de Almagro a Haro pasando por Consuegra

Serían poco más de las 9’30 morning cuando estábamos en el garaje del hotel de Almagro intentando sacar la máquina de transporte del garaje. Entrar, entró muy bien, pero salir…el giro y la rampa eran incompatibles, aquello costó sudores.

 Jose introdujo los datos del nuevo destino en el ordenador de abordo y el Tesla contestó que ni hablar, que antes de llegar a La Rioja tenía que abastecerse en los supercargadores de Fuentespina, cerca de Aranda de Duero. Echamos cuentas y eso ocurriría sobre las 2.30- 3 de la tarde, en plena Ribera de Duero. Aquello tenía un maravilloso aroma a lechazo asado.

Dejamos atrás la histórica ciudad manchega para dirigirnos hacia el Norte según la ruta marcada. Unos 30 minutos más tarde, hicimos un alto en el camino para desayunar en un bareto de la carretera llamado la Zagala, atendido por un solo “zagal” super eficiente y guapetón. Nuestros cafés descafeinados, ColaCao y tostadas desaparecieron en un pispas, mientras unos paquetes de “miguelitos” me atraían tal cual canto de sirenas desde una estantería cercana, me quedé mirándolos con cara de quiero y no puedo, se comían con los ojos. Pura gula. 

De vuelta a la carretera bicheando en Maps, descubrí que la ruta pasaba a escasos "milímetros" de los molinos de Consuegra. Se aprobó por unanimidad el desvío hacia "un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme" y allá fuimos a luchar contra los gigantes de don Quijote. ¡Que visita más bonita! Subiendo al cerro Calderico descubrí dos cosas: que había bastante gente y que los molinos de Consuegra eran fabulosos. 

Dejamos el coche debajo del castillo de la Muela, una robusta fortificación medieval de torreones circulares con 800 años de historia a sus espaldas, perteneciente a los caballeros de la Orden de san Juan de Jerusalén, también conocida como la Orden de Malta. Cuentan que aquí murió el hijo del Cid. Me hubiera encantado dedicarle tiempo pero eso era lo que no teníamos. 

Bajarnos del coche y volar fue todo una, el viento casi me arrastraba, entiendo que esto estuviera lleno de molinos cuando la electricidad era pura ciencia ficción.

 Subimos a lo alto del monte para ir bajando desde allí y visitar cada uno de los gigantes alados. Una docena mas o menos en total. Unos son bares, otros tienda de recuerdos y chuches, otros están museizados, se pueden visitar por dentro por 2€, conservan la maquinaria original restaurada. Puedes conocer in situ, mediante un vídeo, sus distintas partes, como el molinero orientaba las aspas hacia el viento, fijaba las lonas y molía el trigo. Muy curioso y desde luego, trabajo pesado, casi de alto riesgo. 

Las aspas son enormes, como las velas de un barco. El molinero subía por ellas, como si de una escalera se tratase, para fijar las lonas y que el viento hiciera el resto. Antes, se asomaba por las ventanas del tercer piso para comprobar desde donde soplaba, de hecho, delante de cada ventanuco está escrito el nombre de la corriente: Levante, Poniente, Solano, Matacabras, Toledano, Abrego hondo...eran 8 .. o 12 no recuerdo, pero eran fantásticos. Luego con el palo largo orientaba las aspas y aquello empezaba a funcionar. Muele que muele molino...

Cada molino tiene nombre propio alusivo al Quijote o de temática manchega: Bolero, Sancho, Espartero, Caballero del verde gabán, Rucio, Chispas... Me compré de recuerdo un molino pequeñito para ponerlo en la librería junto al Quijote, don Quijote y Sancho. 

La colina de los molinos de Consuegra es un lugar que merece realmente la pena conocer.

Una hora, poco mas estuvimos por allí contemplando las vistas, luchando contra el viento y haciendo fotos, que por cierto salieron preciosas, el día acompañaba. 

FOTOS DE CONSUEGRA pinchando en el enlace.

Luego retomamos ruta dirección Madrid hacia Burgos, tomar la A-1 era nuestro objetivo. Tardamos un buen rato en cruzar la capital, como siempre, es habitual encontrar algún atasco, sobre todo en horas punta, en esta jornada no sería una excepción. La M-30 tuvo su ratito de parón.

Sobre las 3 de la tarde llegamos por fin al restaurante asador Tudanca, situado a pie de autovía un lugar con buenas reseñas, elegante, buen servicio y magnífica comida sin duda. Chorizos, pastel de verduras con piñones, una fuente de papas fritas y por supuesto, lechazo acompañado de ensalada fue lo que compuso el menú aquel día. El lechazo estaba de 10.

Después de un par de horitas de almuerzo y sobremesa retomamos la carretera hacia Haro, nuestro cuartel general por tres noches. El hotel Alda Malvasía nos esperaba en la capital del Rioja (que no de La Rioja).

Llegamos cerca de las 7 de la tarde, no hizo falta utilizar garaje, el hotel está situado en un barrio residencial a unos 10 min andando del centro y era fácil aparcar en la puerta. Nos atendió una joven recepcionista que nos informó sobre horarios de recepción, como entrar o salir cuando no estaban ellos,  de las zonas visitables del pueblo, de la mejor manera de visitar el barrio de la estación y sus bodegas, de la distancia al centro, del la zona de tapas y copas llamada la Herradura y del Zurracapote, la pócima mágica del lugar y donde consumirla. También nos contó que estábamos en fiestas en honor de la Virgen de la Vega, la patrona de Haro y el pueblo estaba a rebosar. El día grande era el lunes, menos mal que estábamos a viernes y el lunes ya nos íbamos. Nos regaló un mapa con todo apuntado y nos mandó a nuestras habitaciones.

No es un gran hotel, digamos que mas bien con lo justo y necesario a pesar de sus dos ** aunque limpio y tranquilo. Debía estar lleno, incluida una excursión numerosa de huéspedes a pensión completa que ocupaban el comedor y la cafetería en horarios de desayuno almuerzo cena y sobremesas varias.

Tras acomodarnos y descansar un rato, pillamos la calle santa Lucía hacia el centro, nos cruzamos un par de carnicerías halal y las primeras bodegas riojanas, Manzanos. unos minutos  mas tarde llegamos al cogollo de Haro, la plaza de la Paz.


Aquello estaba atestado, todo el pueblo se apretujaba ocupando terrazas, mesas, sillas, bancos, ensamblados como un puzle, apenas con sitio para dejar pasar. Una de las esquinas de la plaza la ocupaba un enorme escenario a medio montar, los operarios se afanaban para dejarlo todo listo, mas tarde habría jarana. Mientras, un grupo de elegantes mariachis situados bajo el templete del centro de la plaza, cantaban rancheras a todo pulmón.

Paseamos o mas bien, sorteamos la Herradura, localizamos los bares que nos indicó la recepcionista, también la taberna "el Pasadizo" donde probamos el zurracapote (a ninguno nos gustó), nos sentamos en su terraza en una plazoleta cercana, mas tranquila, ante la iglesia de santo Tomás Apóstol y el palacio de los condes de Haro. Se oía el estruendo de la plaza mayor a lo lejos y una melodía que salía de un instrumento muy raro, como un platillo volante que tocaba un muchacho sentado en unos cercanos escalones mientas lo sostenía en su regazo. Se estaba bien allí. Cuando ya nos íbamos, Mariloli decidió darle una propinilla por el entretenimiento.


Antes habíamos hecho un intento de ver la iglesia pero nos echaron amablemente, el voluntario que la custodiaba en ese momento había estado en el chupinazo de las fiestas y se pasó con el champan según confesó. Nos invitó a visitarla al día siguiente. 

Empezaron a sonar tambores acompañados de cornetas y otros instrumentos. Eran las "murgas". Todos vestidos iguales, niños y bebés incluidos, con camisetas nominativas, pañuelo al cuello y boina, o no. Ambientaban tela marinera. Estaban repartidas por todos los locales que sirvieran vino...

Dimos otra vueltecita a empujones a ver si encontrábamos sitio para sentarnos a cenar pero nada, hasta lo intentamos en el Terete, un restaurante asador de mesa con mantel muy pijo y lleno de extranjeros. Les quedaba libre una mesa de dos servicios pero nada, no cabíamos cuatro y nos invitaron amablemente a irnos, otra vez. Probamos también en el hotel Eurostar Agustinos, a pesar del peligro de dejarnos allí la pensión...

Pero la suerte estaba de nuestro lado, justo enfrente, localizamos una preciosa terraza perteneciente a otro hotel, el Arrope. Practicamente vacía, los camareros andaban preparando algún evento cercano, probablemente relacionado con el que se estaba celebrando en el teatro del otro lado de la calle con toda la corporación municipal y las reinas de la fiestas de la comarca. Nos permitieron acomodarnos en una mesa con la condición que no había servicio de terraza, aunque luego si lo hubo. Tras nosotros, llegó algún que otro grupo de pocas personas. Los que se sentaron a nuestro lado traían un perrito como "Pepelui".

 Pasamos una velada estupenda con nuestras lagrimitas de pollo y unas bravas mientras comentábamos sobre lo divino y humano. No me gustó mucho lo visto hasta entonces de Haro a pesar del ambiente, aunque aún nos quedaba lo mejor, el barrio de la estación y sus bodegas. 

Aquella noche dormí como un bebé, creo que ni me moví de postura en la cama. La vida del turista es dura, viajar, comer mas y mejor, o peor, según se mire, andar perdiéndose por esos mundos de Dios... es fantástico.

FOTOS DE HARO pinchando en el enlace

índice:


No hay comentarios:

Publicar un comentario