domingo, 19 de mayo de 2019

la décima de los peregrinos agustinos

Año tras año, hasta cumplir 10 floridas y, a veces, frías primaveras, que se dice pronto, estos incombustibles peregrinos han completado el circulo mágico de la década. Un circulo que no cierra una etapa sino que abre horizontes hacia la continuidad infinita de la circunferencia, hacia el camino que no tiene fin. En todo este tiempo se han fraguado lazos interpersonales, surgidos allá por 2.010, cuando sin premeditación ni alevosía, nació un proyecto de persistencia, un proyecto de vida, las peregrinaciones del San Agustín de Ceuta. Han sido 10, tan distintas como maravillosas, algunas descubridoras, divertidas, otras bellísimas y alguna apasionante. Todas han servido para hacernos crecer en la fe y ayudarnos a mejorar como personas, porque ser peregrino es especial, es caminar juntos y compartir una meta común que crea vínculos de por vida. Este grupo, es bastante heterogéneo, lo forman personas de muy diverso sentir, es cierto que todos somos cristianos romanos católicos apostólicos, pero ahí se acaba la igualdad, el resto pertenece a la intimidad más estricta. El enorme respeto, la flexibilidad, la intimidad, la compatibilidad y la vitalidad son los atributos de esta gente que nos hace disfrutar tanto de la experiencia. Después de diez años, hemos descubierto que no existe el compañero de viaje ideal, pero si que nos hemos acostumbrado a estos compañeros, nos sentimos felices del reencuentro anual tan esperado.
 Esta primera de 2.019 ha sido muy cortita, aunque con truco: hay dos, la de primavera a Centro Europa: Viena, Brno y Praga y la segunda en el verano, volveremos a Tierra Santa, con Jordania incluida.

Muchos ya habíamos pisado Viena, esa capital imperial que huele a tarta Sacher, que suena a valses de Strauss y que siente como suyas las lágrimas de la emperatriz rebelde, Isabel de Baviera, Sissi para los amigos. Desde el inmenso palacio Hofburg, hasta la iglesia de San Pedro, donde descubrimos que los vieneses representan la Pasión de Cristo como nosotros los belenes en Navidad, desde la residencia imperial de verano, Schonbrunn, hasta la noria centenaria del Prater, desde la barroca-gótica-románica catedral de San Esteban, al palacio más bonito de todos, el Belvedere, todo sigue en su sitio, todo guarda el encanto nostálgico de lo que fue y aún permanece, como Mozart, al que tropiezas en cada esquina, a pesar de nacer en Salzburgo. Viena es la capital de los Habsburgo, del imperio Austrohúngaro que una vez dominó la Urbe, la novia barroca de Europa. Pocas ciudades del mundo pueden presumir de su pasado como lo hace Viena.

La mina de Seegrotte fue una divertida experiencia para un día  que amenazaba lluvia y que acabó en la famosa archiconocida y barroquísima abadía de Melk, un recinto retrepado en lo alto de un acantilado rocoso que vigila atentamente el Danubio desde su risco majestuoso. Umberto Eco anduvo por aquí buscando inspiración para “el nombre de su rosa”. Poco más que una escalera de caracol, por cierto, magnífica, y el lugar de nacimiento del joven Adso coinciden con Melk, ya ni libros prohibidos, los llamados del índice, quedan en la impresionante biblioteca de la abadía, o eso nos dijeron.
Brno más conocida por el circuito de motos vips que por otras bondades, es una preciosa ciudad checa que cuenta con un centro histórico muy interesante lleno de leyendas, incluido dragón cocodrilo, además de un ayuntamiento, un castillo y una catedral, la de San Pedro y San Pablo dignos de visita y mención. Llegar a Brno y perderse por los rincones de la única abadía perteneciente a los agustinos fue toda una sorpresa. Tuvimos un guía de lujo, el padre Vic, que nos condujo a través de los desgastados corredores con tiento y paciencia. Mendel, el descubridor de la genética moderna, realizó sus famosos experimentos con guisantes en este enclave. En el jardín, delante de su museo  hay una estatua del monje loco, como le llamaron algunos. Esta fue una de las citas realmente  enriquecedoras que dan sentido a estos viajes. Conocimos desde dentro la historia de la abadía, la preciosa iglesia que regentan los agustinos, cómo viven sus protagonistas en un entorno que, aunque no debería, a veces se vuelve hostil por quienes son o lo que representan.

 Y por fin Praga, ¡que bonita eres!. ¡Que animada!, ¡que de gente a pesar del frío! y ¡que de cosas que ver!. Un castillo enorme que en realidad es una población intramuros, la catedral de San Vito, el puente de Carlos abarrotado a turistas y sin embargo mucho más majestuoso de noche, un camino real digno del episodio más épico de cualquier serie histórica, el magnífico reloj astronómico, una arquitectura Art Nouveau impresionante, Franz Kafka y Alphonse Mucha y el Niño Jesús de Praga de procedencia española. Y las vistas. Praga es una de las ciudades mas hermosas de Europa, sin duda.

Los padres agustinos llevan años a cientos en la capital checa, a pesar de la historia. Aún conservan la iglesia de Santo Tomás en perfecto estado a cambio de ceder parte del antiguo convento y la cervecería a una cadena hotelera. Donde residían los frailes ahora duerme la jet internacional de políticos y alta dirección de empresas multinacionales. El padre Juan Provecho, otro agustino muy querido por nuestros frailes, es el mago que lo consiguió.

Y aunque la décima haya sabido a muy poco no importa, porque la última siempre es la mejor ya que disfrutamos cada momento ampliamos horizontes, crecemos y afianzamos lazos con otros peregrinos, porque somos seres sociales y espirituales y necesitamos alimentar nuestra mente y nuestra alma. Nos vemos en la próxima. Peregrino buen camino.

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