No quería ir. Sencillamente. Me parecía una turistada en toda regla. No quería ir y casi me lo pierdo por cabezota. Claro, me faltaba información. No se saben vender estos egipcios. Walid me decía: y ...¿que piensa hacer un viernes en un país árabe donde el día más sagrado es festivo? No hay nada abierto. ¿Se va a quedar en el barco?. Bufff....no. Y bajar sola al mercadillo de Asuán tampoco me atraía mucho. Total, que entre eso, la rebaja de tarifa que nos hizo para el grupo yque llevo toda la vida conviviendo entre cuatro culturas muy diferentes y ya me extrañaba a mi...me apunté y resultó ser una de las mejores experiencias que tuvimos en ese maravilloso país. Si me lo llega a pintar como realmente fue, hubiera pagado el doble.
Se que han pasado dos meses ya, es Navidad. El exceso de trabajo, las novedades, los preparativos de las fiestas absorben el poco rato que queda libre por las tardes. Este tiempo de Adviento que nos anuncia la llegada de Jesús me prepara para despedir a mi padre. Son más de las cuatro de la mañana, estoy sentada junto a él que yace en la cama, oigo su respiración, no puedo por menos que prestar oído a ese ritmo que se que pronto acabará. Mi madre está tendida en un sofá cercano, esperando, sabiendo y temiendo que esto acaba ya. No tengo sueño, un par de cabezadas, no más, me permite el agónico estado de vigía. Pienso en aquellos días no tan lejanos cuando el mundo estaba en su sitio, cuando lo teníamos todo, cuando aún estaba papá. Que bonita y que sabia es la vida, cuanto nos enseña. Experiencias que nos sirven, ahora, para mantenernos de pie, para no derrumbarnos, para hacer de tripas corazón y recordar lo bueno y alegre, los días felices y aferrarnos a ellos con uñas y dientes, mostrando sonrisas que guardan lágrimas. Gracias a esa vida que nos lo dio y me permitió estar con el mas de 58 años. Y gracias por esta familia y amigos que tenemos que no nos dejan. Las alegrías compartidas con vosotros son mas grandes y las penas mas chiquitas, o por lo menos, se llevan mejor.
Estoy deseando que amanezca, que la luz inunde está habitación donde la espera marca el paso del tiempo. La luz del Sur. La luz del Sol, la luz que Dios nos regaló. Que maravillosa y sabia es la Naturaleza, nacemos de la oscuridad con las manos vacías y así nos vamos.
Retomo el relato, es mejor centrar el pensamiento en algo, a estas horas ayuda, y ¡como!.
Retomo el relato, es mejor centrar el pensamiento en algo, a estas horas ayuda, y ¡como!.
Nos llevaron en faluca. Esas preciosas y blancas naos de enormes velas que surcan el tranquilo Nilo.
Es muy temprano, no he sido capaz de desayunar mas que un poco de te. El magnífico bufett del barco a estas horas no es para mi estómago. El Sol lleva minutos en la calle iluminando un cielo azul resplandeciente. Embarcamos ayudados por los marineros y la faluca comienza a deslizarse suavemente por el agua en calma.
Es muy temprano, no he sido capaz de desayunar mas que un poco de te. El magnífico bufett del barco a estas horas no es para mi estómago. El Sol lleva minutos en la calle iluminando un cielo azul resplandeciente. Embarcamos ayudados por los marineros y la faluca comienza a deslizarse suavemente por el agua en calma.
Miro las velas y oigo el roce del viento que las infla, empujando la nave. Alucino con las cuerdas y los palos, nada ha cambiado en siglos. Es una navegación serena, silenciosa. Nada enturbia la calma, el sosiego que nos rodea.
El entorno no puede ser más bonito. A una orilla, se despliega la ciudad que comienza a despertar con sus edificios altos, casas humildes, hoteles imponentes... al otro lado, la arena del desierto formando dunas, algunas colinas, un pequeño monasterio... la tierra dorada lo inunda todo...
El entorno no puede ser más bonito. A una orilla, se despliega la ciudad que comienza a despertar con sus edificios altos, casas humildes, hoteles imponentes... al otro lado, la arena del desierto formando dunas, algunas colinas, un pequeño monasterio... la tierra dorada lo inunda todo...
Formamos un grupo pequeño: Bea, Gonzalo, Pedro con sus tres preciosas chicas y nosotros ocho.
Un par de chiquillos se acercan surfeando en las aguas tranquilas, se sujetan al bordillo de la barca y comienzan a cantar "la Macarena". No tendrán más de 8 años, hoy no tienen cole, es viernes, es festivo. Se aproximan a los turistas a ver si caen unas perrillas. ¡Que guapos son! No paran de sonreír y cantar. Les jaleamos y soltamos unas monedas, luego la corriente los aleja.
Los marineros nubios dejan la faluca a merced de la brisa, sacan no se de donde una enorme pandereta que comienzan a golpear con ritmo alegre mientras cantan una canción muy pegadiza. Nos animan a seguirles aunque no les entendamos. ¡Cualquiera sabe que decimos!. En un momento todo es un batir de palmas, risas, alegría y jarana. Son distintos estos nubios de los egipcios, mas oscuros, ojos muy expresivos, algunos los tienen azules o verdes.
Tras la fiesta, los chicos despliegan en el suelo unos fardos donde guardan artesanías: pulseritas, collares, pendientes... muy bonitos, baratos, todo es barato en este país. Yo me quedo prendada de un pequeño cocodrilo de madera articulado, es un juguete antiguo, me dicen.
Tras la fiesta, los chicos despliegan en el suelo unos fardos donde guardan artesanías: pulseritas, collares, pendientes... muy bonitos, baratos, todo es barato en este país. Yo me quedo prendada de un pequeño cocodrilo de madera articulado, es un juguete antiguo, me dicen.
Cristóbal nos regala a todas las señoras un pequeño detalle en recuerdo de esta maravilloso día. Es todo un gentleman este señor.
Poco después debemos cambiar de barco, saltamos de la faluca a una pequeña motora que venía siguiéndonos desde hace rato con la bandera de España izada en su proa. Es más fácil maniobrar con ella entre las rocas que debemos atravesar para llegar al poblado. Subimos al techo, desde allí se domina mucho mejor el paisaje. ¡Que singladura mas hermosa!.
Bonitas vistas de la isla Elefantina, del hotel Old Cataract, donde Agatha Christie escribió su famosa "muerte en el Nilo" y del mausoleo del Aga-Khan. Y por fin, entramos a la reserva, unos caracteres esculpidos en una roca lo indican. Cambio en la vegetación y en las piedras que sobresalen del agua, parecen elefantes disfrutando de un refrescante baño matutino, forman pasadizos por los que vamos colándonos, serpenteando entre estas agrupaciones rocosas y arbustos, alejándonos de la corriente central. Las mimosas abundan por doquier, se encogen al varearlas, sus hojas se vuelven casi espinas.
Bonitas vistas de la isla Elefantina, del hotel Old Cataract, donde Agatha Christie escribió su famosa "muerte en el Nilo" y del mausoleo del Aga-Khan. Y por fin, entramos a la reserva, unos caracteres esculpidos en una roca lo indican. Cambio en la vegetación y en las piedras que sobresalen del agua, parecen elefantes disfrutando de un refrescante baño matutino, forman pasadizos por los que vamos colándonos, serpenteando entre estas agrupaciones rocosas y arbustos, alejándonos de la corriente central. Las mimosas abundan por doquier, se encogen al varearlas, sus hojas se vuelven casi espinas.
El agua, en otras zonas del río turbia y babosa, es aquí clara, cristalina. Pájaros de colores azulados y verdes aletean entre las ramas que acarician el agua. ¡Que belleza! Ningún ruido altera este tranquilo escenario mas allá del batir de las aspas del motor contra la superficie. Estamos llegando a uno de los poblados que mantiene viva una cultura milenaria. Los nubios son un pueblo absorbido por Egipto y Sudan, una raza que fue esclavizada por las riquezas envidiables del reino de Kush y sin embargo tan generoso que dió al Egipto faraónico varios grandes gobernantes como Taharqo o Pianjy faraones cushitas de la XXV dinastía. Un pueblo que tuvo que abandonar sus casas en la antigua Nubia cuando se construyó la presa de Asuán y buscarse la vida en otras localizaciones. Un país, Nubia que desapareció cuando Inglaterra decidió repartir sus territorios, entre Egipto y Sudán.
Unas voces nos alertan, nos acercamos a la arena, al desierto. Se adivina en la lejanía un grupo de personas sentadas a unos metros de la orilla, se percatan de la presencia de nuestra nave y comienzan a hacer aspavientos, a levantarse para acercarse, a llamarnos.
Unas voces nos alertan, nos acercamos a la arena, al desierto. Se adivina en la lejanía un grupo de personas sentadas a unos metros de la orilla, se percatan de la presencia de nuestra nave y comienzan a hacer aspavientos, a levantarse para acercarse, a llamarnos.
Son vendedores, comercian con bebidas frescas y arena del desierto envasada en diminutos frascos de cristal. "tres a un euro" ofrecen. La nave se acerca unos metros más y alcanzamos a ver un poco mas arriba un grupo de camellos. Están sentados, un puñado de turistas que han llegado antes que nosotros andan montando en los animales, nos esperan para formar la caravana. Nuestro capitán embarranca la motonave en la arena, Walid salta junto con parte del grupo y se van a por los camellos. Yo ya he tenido en alguna ocasión esa experiencia y prefiero disfrutar del paisaje y del sol en la cubierta del barco. Una vez todos los valientes en sus cabalgaduras, nuestro guía vuelve a embarcar y partimos a ritmo tranquilo hacia la reserva, siguiendo en la distancia a los camellistas, aunque, claro, llegamos antes que ellos.
Mas de uno se pensó que salía rodando entre las orejas del bicho al tomar tierra.
Los navegantes llegamos al poblado,, casas de alegres colores con sus bóvedas y fachadas encaladas en blanco azulete, ventanas y puertas azules, verdes y amarillas. Los nubios pintan el color de la naturaleza. desembarcamos en un alegre muelle con empinadas escaleras que nos conducen a la vivienda nubia donde nos dirigimos. El dintel de la puerta se adorna con un cocodrilo seco, negro y tieso. Costumbres, además, seguro que ahuyenta los malos espíritus.
La dueña de la casa acostumbrada a ser anfitriona, nos recibe con gran amabilidad, ofrece te con menta y nos permite paso a todas las estancias, para que conozcamos las peculiaridades de su hogar. Un amplio y fresco patio entoldado de paredes azulonas, adornado con platos de cerámica artesanales se divide en varios espacios preparados para recibir grupos de visitantes. A un lado, una puerta comunica con el resto de la casa, junto a ella un pequeño tenderete de artesanía vigilado por una señora mayor. En medio del patio unas pequeñas jaulas donde guardan un par de crías de cocodrilo que han caído en las redes de los pescadores y engordan hasta que son devueltos al lago Nasser, las cuidan como mascotas. Mientras los chicos disfrutan del te, las señoras somos invitadas a tatuarnos con henna algunos de los motivos que nos muestran en papel. No soy muy amiga de estas artes pero al fin me decido por una pequeña llave de la vida.
Entre tatuajes, te, compras y bromas llega un señor y saca uno de los reptiles de la jaula, nos incita a tocar y coger en brazos a la cría. Al principio nadie se atrevió pero claro... somos españolitos. Comentar que todos los chicos y alguna chica tienen foto con el bebé cocodrilo en brazos, que tenía una envergadura de casi 2 m. de punta a rabo. Yo lo toqué, es frío, duro por arriba como una piedra, la barriguita es más suave. Por cierto, le pusieron un anillo en la boca para que no chistara.
A la abuela de la casa le compramos algunas cosas, abrecartas de madera de sándalo, un par de llaves de la vida y algunas muñequitas nubias.
La visita no acabó aquí, aunque era festivo, fuimos a conocer la escuela del pueblo. Paseito por la calle real "asfaltada" en arena y piedra motos que se caían a cachos y alguna furgona nos adelantaron camino de "la plaza mayor" hasta que nos dimos de bruces con el Carrefour nubian. Menos mal que estaba cerrado, si no aun estamos allí.
Llamaron al maestro y nos abrió la escuela, nos sentamos en los bancos y el pobre hombre empezó a enseñarnos letras y números. A mi que estas cosas me cuestan, me castigaron. Ya en parvulitos me pusieron mas de una vez las orejas de burro. Y como además siempre he sido muy rebelde, pues no quería estar de cara a la pared y me llevé la peor parte. Por lo menos aprendimos como se escriben nuestros nombres en árabe fonéticamente hablando.
La excursión acabó con un baño en el Nilo de aguas frescas y cristalinas. No estaba entre mis planes lucir blancas carnes en tan linda ubicacion, así que no me llevé el bañador, y me arrepentí. Puse remedio remangándome los vaqueros y al agua, allí fui a tirarles fotos a los que se bañaron y me pusieron perdida de agua.
Volvimos al crucero sobre las 12 del día, esta vez en la motonave y rapiditos. Nuestra experiencia a lo largo del Nilo acababa ya. Había llegado el momento de partir hacia el Cairo, y aunque llegamos juntos desde España unas 30 personas, abandonábamos Asuán en distintos vuelos a lo largo de este día.
Otra nueva improvisación del mayorista, el avión retrasaba salida hasta las 2 de la madrugada, a Walid lo enviaban a la capital en tren que partía a las 15h. Había negociado con el barco para que pudiéramos cenar a bordo y disponer de los camarotes hasta que vinieran a recogernos a las 11 de la noche. Me sentó fatal este cambio de planes, sobre todo porque me presumía una noche en blanco (como así fue) tras la cual vendría otro día agotador con importantes visitas de las que no estaba dispuesta a perder una coma.
En fin, no vale de nada enfadarse, siempre es mejor buscar el lado bueno y disfrutar. Nos quedaban unas relajadas horas por delante en las que poder acumular energías para conocer las pirámides al dia siguiente.
Comimos y nos fuimos a echar la española siesta que duró casi hasta la hora de cenar. Tras la soiré en la terraza superior, maletas y al aeropuerto. Aquí pasamos un rato malo de verdad: Antonio no aparecía en ninguna lista de pasajeros y claro, eso no podía ser. Cuando facturamos todos los que aparecíamos en las listas, se dieron cuenta que faltaban el mismo número de personas que estando presentes no estaban en sus papeles y entonces se acabó el problema. Se nota que andan desentrenados en el tema turismo. Esto no puede pasar, no se pueden organizar estos jaleos con todos los viajeros delante y recurriendo siempre a la improvisación. Eran más de las 2.30 am cuando subimos al avión.
Lo de la llegada al hotel Semiramis, el mas lujoso en el que me he alojado nunca, pertenece a otro capítulo, no se cuando retomaré la escritura. Ahora es momento de despedida, una a la que deberé acostumbrarme en los próximos días.
fotos del dia en el poblado nubio de Asuán:poblado nubio
Los navegantes llegamos al poblado,, casas de alegres colores con sus bóvedas y fachadas encaladas en blanco azulete, ventanas y puertas azules, verdes y amarillas. Los nubios pintan el color de la naturaleza. desembarcamos en un alegre muelle con empinadas escaleras que nos conducen a la vivienda nubia donde nos dirigimos. El dintel de la puerta se adorna con un cocodrilo seco, negro y tieso. Costumbres, además, seguro que ahuyenta los malos espíritus.
La dueña de la casa acostumbrada a ser anfitriona, nos recibe con gran amabilidad, ofrece te con menta y nos permite paso a todas las estancias, para que conozcamos las peculiaridades de su hogar. Un amplio y fresco patio entoldado de paredes azulonas, adornado con platos de cerámica artesanales se divide en varios espacios preparados para recibir grupos de visitantes. A un lado, una puerta comunica con el resto de la casa, junto a ella un pequeño tenderete de artesanía vigilado por una señora mayor. En medio del patio unas pequeñas jaulas donde guardan un par de crías de cocodrilo que han caído en las redes de los pescadores y engordan hasta que son devueltos al lago Nasser, las cuidan como mascotas. Mientras los chicos disfrutan del te, las señoras somos invitadas a tatuarnos con henna algunos de los motivos que nos muestran en papel. No soy muy amiga de estas artes pero al fin me decido por una pequeña llave de la vida.
Entre tatuajes, te, compras y bromas llega un señor y saca uno de los reptiles de la jaula, nos incita a tocar y coger en brazos a la cría. Al principio nadie se atrevió pero claro... somos españolitos. Comentar que todos los chicos y alguna chica tienen foto con el bebé cocodrilo en brazos, que tenía una envergadura de casi 2 m. de punta a rabo. Yo lo toqué, es frío, duro por arriba como una piedra, la barriguita es más suave. Por cierto, le pusieron un anillo en la boca para que no chistara.
A la abuela de la casa le compramos algunas cosas, abrecartas de madera de sándalo, un par de llaves de la vida y algunas muñequitas nubias.
La visita no acabó aquí, aunque era festivo, fuimos a conocer la escuela del pueblo. Paseito por la calle real "asfaltada" en arena y piedra motos que se caían a cachos y alguna furgona nos adelantaron camino de "la plaza mayor" hasta que nos dimos de bruces con el Carrefour nubian. Menos mal que estaba cerrado, si no aun estamos allí.
Llamaron al maestro y nos abrió la escuela, nos sentamos en los bancos y el pobre hombre empezó a enseñarnos letras y números. A mi que estas cosas me cuestan, me castigaron. Ya en parvulitos me pusieron mas de una vez las orejas de burro. Y como además siempre he sido muy rebelde, pues no quería estar de cara a la pared y me llevé la peor parte. Por lo menos aprendimos como se escriben nuestros nombres en árabe fonéticamente hablando.
La excursión acabó con un baño en el Nilo de aguas frescas y cristalinas. No estaba entre mis planes lucir blancas carnes en tan linda ubicacion, así que no me llevé el bañador, y me arrepentí. Puse remedio remangándome los vaqueros y al agua, allí fui a tirarles fotos a los que se bañaron y me pusieron perdida de agua.
Volvimos al crucero sobre las 12 del día, esta vez en la motonave y rapiditos. Nuestra experiencia a lo largo del Nilo acababa ya. Había llegado el momento de partir hacia el Cairo, y aunque llegamos juntos desde España unas 30 personas, abandonábamos Asuán en distintos vuelos a lo largo de este día.
Otra nueva improvisación del mayorista, el avión retrasaba salida hasta las 2 de la madrugada, a Walid lo enviaban a la capital en tren que partía a las 15h. Había negociado con el barco para que pudiéramos cenar a bordo y disponer de los camarotes hasta que vinieran a recogernos a las 11 de la noche. Me sentó fatal este cambio de planes, sobre todo porque me presumía una noche en blanco (como así fue) tras la cual vendría otro día agotador con importantes visitas de las que no estaba dispuesta a perder una coma.
En fin, no vale de nada enfadarse, siempre es mejor buscar el lado bueno y disfrutar. Nos quedaban unas relajadas horas por delante en las que poder acumular energías para conocer las pirámides al dia siguiente.
Comimos y nos fuimos a echar la española siesta que duró casi hasta la hora de cenar. Tras la soiré en la terraza superior, maletas y al aeropuerto. Aquí pasamos un rato malo de verdad: Antonio no aparecía en ninguna lista de pasajeros y claro, eso no podía ser. Cuando facturamos todos los que aparecíamos en las listas, se dieron cuenta que faltaban el mismo número de personas que estando presentes no estaban en sus papeles y entonces se acabó el problema. Se nota que andan desentrenados en el tema turismo. Esto no puede pasar, no se pueden organizar estos jaleos con todos los viajeros delante y recurriendo siempre a la improvisación. Eran más de las 2.30 am cuando subimos al avión.
Lo de la llegada al hotel Semiramis, el mas lujoso en el que me he alojado nunca, pertenece a otro capítulo, no se cuando retomaré la escritura. Ahora es momento de despedida, una a la que deberé acostumbrarme en los próximos días.
fotos del dia en el poblado nubio de Asuán:poblado nubio
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