Me desperté en una cama de colchón de plumas, tapada hasta las orejas con un cálido edredón blanco níveo. Por un momento no supe si estaba en pleno Ártico o continuaba de periplo por el Nilo, pero no, aquello era lujo del fino en el hotel Semiramis situado en plena corniche de El Cairo, "la madre del Mundo", como la llamaron los antiguos. La luz entraba a raudales por el balcón que frente a mi cama, (había dos lechos enormes) mostraba la Tahrir Square, tristemente famosa por la represión acontecida años atrás durante "la primavera árabe". Alcanzaba a ver la fachada del rincón más apreciado por egiptólogos y aficionados, el Museo de antigüedades de el Cairo.
Habíamos llegado de madrugada a un hotel con vida propia, aquello era un no parar de gente. Un gran edificio de unas 30 plantas con diversos restaurantes, cafeterías, piscinas, gimnasio, sauna, salón de belleza, sala de fiestas, centro comercial, etc etc.
Tras pasar diversas medidas de seguridad, está vez en serio, nos esperaban en la lujosa recepción abarrotada de árabes sauditas ya entrados en años, con los bolsillos rebosantes de dólares y los brazos cargados de jovencitas preciosas. ¡Que coraje me dio aquello!. Dan ganas de vomitar. El poder del dinero no tiene límites ni pudor ni honor.
Eran casi las 6 de la madrugada, ya de día, cuando por fin reposé la cabeza sobre la almohada. Dos horas más tarde, una educada voz electrónica al teléfono hizo que me pusiera de nuevo en marcha. A pesar de haber descansado nada me encontraba cargada de energías, estaba claro, Champollion se había colado en mi sesera y me había contagiado sus ganas, ¡por fin conocería las pirámides!, la única de las siete maravillas del mundo antiguo que nos ha llegado a través del túnel del tiempo.
Lo siguiente fue una ducha rápida en un cuarto de baño precioso y un desayuno pantagruélico: tortas de pan preparadas al estilo casero por una señora con pañuelo y mandil, tortillas francesas al gusto con todo tipo de ingredientes elaboradas por un elegante chef, zumos exprimidos sobre la marcha, mermeladas exquisitas, frutas frescas, croissant calentitos, tartas recién horneadas, quesos, embutidos variados.... Allí había de todo. Esta vez sí que me puse las botas, me fui con la tripa bien llena, por si las moscas. Y por fin retomamos el grupo desmembrado el día anterior. Todo fue vernos y empezar a quejarnos de las improvisaciones del mayorista que nos habían hecho perder un tiempo precioso durante el viaje. -Las quejas cuando volvamos-, decidimos, a partir de ahora, a disfrutar cada minuto de lo que quede.
Un minibus esperaba a las puertas del hotel para llevarnos a la meseta de Giza, Walid nos aguardaba allí en su barrio. Nos acomodamos en el pequeño espacio y el tráfico de la capital nos engulló como si fuéramos una minúscula gota de agua en la inmensidad del océano. Casi una hora tardamos en cruzar los 20 kilómetros que separan el hotel de las pirámides y no es por la distancia, es la aglomeración. En mi vida he visto tal caos "organizado". Según cuentas, 17 millones de habitantes y no se cuantos millones de vehículos, al parecer más de uno por cabeza. Salen coches de todas partes, nadie para, no valen las señales de stop ni los ceda el paso y todos quieren llegar primero sin guardar orden, ni norma, ni concierto. Todos suenan y lucen como cacharros viejos, todos tocan el claxon en demasía, todos hablan a voces y gesticulan idem, los transeúntes cruzan por cualquier parte, no existen pasos de cebra, nadie hace caso de los semáforos. Es tremendo. Demasiado para cualquiera con un mínimo de educación vial. Nos contó el guía que no examinan para obtener el carnet, algún conocido, tu padre tu hermano o un primo te enseña, vas a la policía te sientan en una silla, pagas y te lo dan. O te dan dos bofetones si no les gusta tu actitud. Algo así.
Aún no salimos de la ciudad, el bus va circulando por la avenida Al Haram que une El Cairo con Giza y de súbito, miras hacia arriba y ves la cima. No se cual de ellas es la primera que se asoma a este paisaje, creo que Keops, la más grande. Surge en el horizonte, como la vela de un barco, envuelta en la bruma contaminada de la city. Es entonces y solo entonces cuando te das cuenta de que están ahí, que son de verdad, que tienen tantos años como el mundo y que son enormes, magníficas, faraónicas. Lo de las pirámides es indescriptible, hasta que no estás delante, no sabes como son, no tienes ni idea. No hay fotografía, documental, película o narración que sea capaz de hacerles justicia. Alineadas dicen que están sus cumbres con el cinturón de Orión, allá arriba, en el cielo. Micerinos es la pequeñita, Keops la más grande aunque Kefrén, la del centro, parece superarla en tamaño, es porque se encuentra sobre una discreta elevación del terreno.
La ciudad ha crecido tanto que sus casas han cruzado el Nilo y llegan a orillas de las enormes tumbas cimentadas en la meseta de Giza. Se puede acceder al recinto a pie o en vehículo, pasando por caja, claro. Bajamos del bus para pasear bien la colina, el conductor nos seguía al volante. Andábamos caminando detrás de Walid que buscaba una sombra donde cobijarnos, hasta que la encontramos a un costado de Micerinos. Ya hacía calor, los vendedores ambulantes ofrecían bebidas frescas, algunos camelleros negociaban con turistas, encantados de retratarse en tan espectacular paraje a lomos de las bestias elegantemente engalanadas, otros visitantes trataban de escalar los enormes sillares para sentarse unas filas mas arriba y disfrutar el panorama.
Keops se acercaba a cada paso, las paredes lisas comenzaban a descomponerse en pequeños cuadraditos. Una cosa es ver las pirámides de lejos y otra muy distinta tenerlas a un metro. Recuerdo haberme quedado literalmente con la boca abierta durante al menos un minuto cuando llegué a su lado. Lo que a unos metros de distancia parecían pequeños dados, se convirtieron en enormes moles de piedra de toneladas de peso, y así miles, hacia los lados y hacia arriba, hasta 150 metros de altura, uno sobre otro, el superior un poco más adentro que el inferior, formando escalones de gigante de cuento de hadas. Dos millones seiscientos mil bloques que forman la sólida estructura que cubre la tumba del rey, y eso que falta el revestimiento de piedra caliza pulida, otros 27.000 bloques más. La única que los conserva en su vértice es Kefrén, el resto fueron saqueados hace años para otras edificaciones cariotas. Cada vez que pienso cómo debía lucir este lugar hace solo 600 años se me ponen los pelos de punta. Una sensación de fascinación, ensimismamiento e incredulidad te abruma. Por cierto, "pirámide" proviene de un vocablo griego que significa "pastel de trigo", no se cómo las llamarían los nativos que trabajaron y murieron en ellas. Eso nos lo dejaron claro, nada de esclavos, aquí se pagaba por currar, y los curritos eran gente de campo que en las temporadas que no había trabajo agrícola se ganaban el pan y la cerveza arrastrando y levantando bloques para el faraón.
Keops se acercaba a cada paso, las paredes lisas comenzaban a descomponerse en pequeños cuadraditos. Una cosa es ver las pirámides de lejos y otra muy distinta tenerlas a un metro. Recuerdo haberme quedado literalmente con la boca abierta durante al menos un minuto cuando llegué a su lado. Lo que a unos metros de distancia parecían pequeños dados, se convirtieron en enormes moles de piedra de toneladas de peso, y así miles, hacia los lados y hacia arriba, hasta 150 metros de altura, uno sobre otro, el superior un poco más adentro que el inferior, formando escalones de gigante de cuento de hadas. Dos millones seiscientos mil bloques que forman la sólida estructura que cubre la tumba del rey, y eso que falta el revestimiento de piedra caliza pulida, otros 27.000 bloques más. La única que los conserva en su vértice es Kefrén, el resto fueron saqueados hace años para otras edificaciones cariotas. Cada vez que pienso cómo debía lucir este lugar hace solo 600 años se me ponen los pelos de punta. Una sensación de fascinación, ensimismamiento e incredulidad te abruma. Por cierto, "pirámide" proviene de un vocablo griego que significa "pastel de trigo", no se cómo las llamarían los nativos que trabajaron y murieron en ellas. Eso nos lo dejaron claro, nada de esclavos, aquí se pagaba por currar, y los curritos eran gente de campo que en las temporadas que no había trabajo agrícola se ganaban el pan y la cerveza arrastrando y levantando bloques para el faraón.
Keops, Kefren, Micerinos, nombres helenos para tres grandes reyes del imperio antiguo, Jufu, Jafra y Menkaura, sus nombres egipcios. En nueve periodos y treinta dinastías se divide la historia del Antiguo Egipto, ellos pertenecen al segundo periodo, a la IV dinastía, siglo XXVI antes de Cristo.
El faraón era el dios, el ser supremo, el todo, no cabía pensar en guarecer su morada eterna, sin embargo, unos 600 años después las pirámides serían saqueadas. De hecho, hoy día, la entrada a cualquiera de ellas es por un butrón, un agujero que el califa de Bagdad Al Mamun en el s. IX mandó dinamitar para conseguir los tesoros, aunque el butronero solo encontró un sarcófago vacío, ya no quedaba nada.
Walid nos ofreció entrar en Kefren, ya avisó de la estrechez del recinto, del calor y de los miles de bloques de piedra que penderían sobre nuestras cabezas, la gran mayoria de unas dos toneladas de peso, aunque otros, sobre todo los esquineros, pueden llegar a las 60T. Es complicado entender esto, sigo sin ni siquiera imaginar cómo pudieron mover estos sillares por mas que me hablen de patines, rampas, cuerdas, poleas.... que no.
Algunos del grupo entraron, por supuesto nada de fotos, a mi me dió un sofoco en la puerta y me quedé charlando con los guardias. Al momento aparecieron Tere y Antonio y una joven familia de egipcios que pidieron retratarse con Tere.
-Nada-, dijeron los exploradores, -un túnel más o menos largo y estrecho, en algunos tramos había que agacharse para continuar y al final, la cámara del rey vacía-. No queda más.
Luego fuimos caminando hasta lo alto de un promontorio frente a las pirámides desde donde los más jóvenes empezaron a tomarse fotos con unas perspectivas de los mas friki, saltando y haciendo el mono, claro. Los talluditos andábamos mirando donde poner los pies para no tropezar y salir rodando cuesta abajo. Desde luego la vista desde este otero es espléndida, de la arena surgen los vértices apuntando hacia el firmamento, con esos ángulos y aristas perfectamente calculadas, esa posición para unos estudiada y para otros azarosa.
En la lejanía entre la bruma y el horizonte se dibujan otros promontorios, un pequeño remolino de aire se forma a unos metros, los camellos y coches de caballos trotan por los caminos que serpentean entre las tumbas paseando al cliente impresionado.
Un lugar que fue testigo de una importante batalla entre las tropas napoleónicas y los mamelucos. Cuentan que un joven general Bonaparte arengó a sus ejércitos aquella mañana con una célebre frase que pasó a la historia "Desde lo alto de estas pirámides 40 siglos os contemplan" . Un Napoleón que quiso emular a Alejandro Magno y Julio César atreviéndose a pernoctar en soledad dentro de Keops. Cuando salió totalmente demudado no fue capaz de narrar lo allí acontecido "no lo creeríais" dijo. Los más cercanos al corso aseguraron que desde aquella noche su carácter cambió para siempre.
Giza es fantástica, no puedes visitar el país y no conocerla, te perderías quizás lo mejor. La majestuosidad, la elegancia y sobre todo los años que llevan en pie las pirámides es una carta de presentación imposible de ignorar.
No había demasiada gente en el recinto, o por lo menos eso parecía. Donde no cabía un alfiler fue en el templo de la esfinge. No se divisaba desde la meseta a pesar de buscarla, se oculta a los pies de una pequeña loma, rodeada por una pared de rocas que la protegen.
Tomamos el minibus para recorrer la corta distancia hacia la entrada del lugar y solo su cabeza tocada con el nemes asoma de las piedras cuando estas ya cerca. Mide 20 metros de altura por 57 de largo, los picapedreros se la arrancaron a un macizo de roca caliza, es una sola pieza. Cabeza humana, con una cara mutilada que desprende una belleza mágica, hipnótica, inescrutable y cuerpo con forma de león, totalmente desproporcionado, muchísimo más grande que la enigmática testa. A saber el motivo, lo mismo hace 4000 años no tuviera esta apariencia sino que fuera un felino enorme, guardián de las tumbas al otro lado del río.
Hubo que hacer cola para retratarse con ella que, mimosa se deja querer, se deja abrazar, besar, mirando como los mortales nos agolpamos a sus pies buscando la imagen perfecta, la más divertida, la más romántica, la más envidiable. Mientras esperábamos, bajón de azúcar que compensé con unos dátiles frescos ofrecidos por Walid además de su consejo regalado "el cansancio está en la mente"... y en el cuerpo también querido amigo.
El templo de la esfinge parece estar en línea con la pirámide Kefrén incluso vestigios de una gran avenida dicen que existe, lo cierto es que ha estado enterrada durante milenios y fue un joven Bonaparte quien contemplándola desde su montura se enamoró de ella, ordenó desenterrarla y buscó los secretos que guardaba en sus entrañas, aún ocultos. La puso de moda, y a Egipto también, sobre todo porque dió con la llave que conectó el pasado con el presente, el Egipto antiguo con Occidente, la piedra Rosetta, ese trozo de estela que desenterró un soldado del general cerca de Alejandría y que, como siempre, acabó en el British Museum. pero esa es otra historia.
Nunca olvidaré la imagen de la esfinge con las tres pirámides al fondo, la eterna guardiana imperturbable mirando hacia el Este, que cada día durante tantos años contempla el amanecer , el Sol naciente. Debía resultar magnífica pintada en rojo con el nemes a rayas azul y amarillo.
Aquí acabó la excursión contratada con el mayorista, a partir de este momento quedábamos libres para volver al hotel y disfrutar del lujo oriental o continuar hacia el Sur con el resto del grupo y descubrir algunas de las más de 80 pirámides que se alinean durante 50 km al Norte y al Sur de Menfis, la antigua capital.
A pesar de estar molidos, decidimos continuar con todos y hacerle caso a Walid: cambiar Saqqara y Menfis, por Saqqara y Dahshur, las primeras pirámides, la de Zoser y Seneferu, la romboidal y la roja.
Saqqara dista unos 25 kilómetros de Giza, eso se traduce en más de una hora de camino. La carretera elegida por nuestro conductor corría paralela a un canal del Nilo lleno de gente, casas humildes, escombros y basuras. Poco después de salir de Giza el bus se apartó a la derecha y paró en un restaurante "Alezba village tent", volveríamos a comer en unas horas, pero antes nos aprovisionaron con una canasta llena de panes que supieron a gloria. La comida hoy se retrasaría hasta horario español tarde. Volvimos a la ruta con el traqueteo nos quedamos fritos casi todos. 50 minutos de camino más tarde el bus dejó el curso del río para internarse en un frondoso palmeral que precedía el más árido desierto. Estábamos en la necrópolis de Saqqara, lugar de enterramiento de las primeras dinastías del Imperio Antiguo.
Saqqara no es solo la pirámide escalonada de Zoser, es una extensa zona de enterramientos, con mastabas, otras pirámides, un serapeum y mucha, mucha historia.
El bus avanzaba por un camino que rodeaba otras edificaciones, algunas de ellas semiderruidas, hasta que llegó frente a unas palaciegas murallas oscuras, altas, de unos diez metros de envergadura construidas con bloques calcáreos. Los lienzos presentan hendiduras verticales , falsas puertas y contrafuertes que protegían el complejo funerario del faraón Zóser ideado por su visir, médico, astrónomo y primer arquitecto de la historia, Imhotep el que ideó la forma, hacia arriba, hacia el cielo, otros la perfeccionaron, la pirámide pluscuamperfecta Keops después de los ensayos en Sakara y más al Sur.
Walid nos reúne a la sombra de la muralla y nos cuenta que vamos a ver dentro. Tras cruzar el dintel de una modesta puerta recorremos un pasillo de unos 50 metros que deja libre un bosque de columnas estriadas unidas dos a dos por un murete, es el peristilo de un templo que desemboca en una sala rectangular con otras ocho columnas más altas también afianzadas a pares por una pared entre ellas. Esta arboleda de columnas acaba en un patio al sur de la pirámide escalonada, lugar de celebración de la fiesta del Heb-Sed, la confirmación del faraón, renovación de su vigor, prueba de fuerza como dios y gobernante. Y la pirámide escalonada de Zoser o de Imhotep el sabio, un erudito, una de esas personas que de vez en cuando la vida nos regala y persiste por los siglos de los siglos por sus enseñanzas y obras. Llegó a ser ascendido a dios de la medicina y la sabiduría en la época de los faraones Ptolomeos, la cultura clásica griega lo asimiló como Asclepio y los romanos le llamaron Esculapio. Cuando Zoser le encargó la obra de su residencia eterna no se conformó con una mastaba, para su rey, su faraón se merecía más, un dios y debía tocar las estrellas y le construyó una escalera hacia el cielo. Superpuso una mastaba sobre otra, cuatro escalones que luego amplió hacia los lados y hacia arriba llegando a seis. Comenzó utilizando ladrillos pequeños para acabar con bloques de media tonelada. Y claro, las pirámides se convirtieron en una obsesión.
Hoy Zoser se derrumba, como un delicado pastel de bodas de varios pisos al sol del desierto, no puede más. A pesar de los andamiajes que intentan levantar los derrumbes del merengue, se viene abajo.
Hoy Zoser se derrumba, como un delicado pastel de bodas de varios pisos al sol del desierto, no puede más. A pesar de los andamiajes que intentan levantar los derrumbes del merengue, se viene abajo.
Andaba ya un poco hartita hoy del yallah yallah así que busqué sombra a los pies de un muro del antiguo templo coronado con serpientes esperando que el resto del grupo acabara de subir y bajar unas escaleras cercanas. Cuando todos bajaron para volver al bus me dio por estirar piernas y subir a ver que habían visto allá arriba.
Precioso, desde lo alto de la muralla el panorama es impresionante, una basta extensión desértica en la que se aprecian promontorios diseminados y confundidos con las brumas resplandecientes del horizonte. Se ve la pirámide acodada y alguna más, si te giras a la derecha y miras hacia abajo tropiezas con un profundo pozo con escaleras. Es un mecanismo utilizado para bajar los pesados sarcofagos de granito a la cámara mortuoria subterránea. Se situaba el féretro sobre el pozo excavado y relleno de arena, se construía otro pozo con escaleras colindante y comunicado con el primero y se empezaba a sacar arena. Lo demás lo hacía un mix de la ley de los vasos comunicantes y la gravedad ... el sarcófago iba bajando de nivel hasta situarse en el suelo de la cámara mortuoria.
No podíamos abandonar Saqqara sin visitar una mastaba de algún personaje ilustre de la nobleza egipcia. A unos metros de la pirámide de Zoser y camuflada con el suelo de arena encontramos el túmulo. He preguntado a Walid porque no recordaba el propietario de aquellos aposentos y me dice que era Kagemni, yerno del faraón Teti de la VI dinastía, un sabio, según sus palabras. Aunque no nos dejaron hacer fotos, por lo que no puedo mostrarlas, debo decir que en lugar de una tumba aquello parecía la residencia de una persona vivita y coleando de dineros. ¡Vaya pinturas y bajorelieves preciosos y bien conservados!. ¡Vaya escenas de caza y pesca, cocodrilos, hipopótamos, ranas, libélulas, peces, vacas!...¡qué detalles!, ¡que delicadeza! ¡que cosa mas bonita!.
Las pinturas solo presentan tres tonos, rojo negro y blanco, eran las utilizadas entonces, en el imperio antiguo no había mas colores aunque lucen soberbios, en una de las salas hay varias personas representadas y están perfectamente conservados.
La mastaba reparte sobre 1000 m varias habitaciones, además de la sala funeraria y almacenes. En la sala de ofrendas se sitúa una puerta falsa por donde el alma pasa a la otra vida.
Lo que me llamó la atención: no hay dioses representados en las paredes, solo escenas de la vida cotidiana, sobre todo animales y de una factura exquisita, los artesanos que los hicieron eran los mejores, los del rey.
Montamos otra vez en el bus y seguimos hacia el Sur, unos 10 km, cada vez hay menos gente y hace mas calor...llegamos a Dhashur, donde el faraón Seneferu, padre de Keops ensayó con su obsesión por las pirámides, la roja y la acodada nos esperaban. La zona donde se ubican es o era recinto militar, pero claro, llegaron empujando los del "patrimonio de la humanidad " y los militares decidieron hacer hueco aunque dejaron guardias con pistola y metralleta en pequeños sombrajos de madera, repartidos aquí y allí.
Estamos prácticamente solos, no se ven otros turistas. El bus deja atrás la pirámide negra, que no es mas que un derrumbe de playa de castillo de arena y la roja, donde luego volveremos, para dejarnos a pie de la romboidal. Disfruté ese momento como una niña con zapatos nuevos, el silencio, la magia del lugar, el desierto, el calor, la luz del sur, el Sol, estábamos solos delante de esa inmensa y robustamente grande y alta maravillosa pirámide. No se si el acodamiento de sus cantos fue un error o un acierto, lo que sé es que si Keops me entusiasmó Dahshur me conquistó por su belleza imperfecta. Esta pirámide conserva gran parte de su recubrimiento externo, sobre todo en la zona inferior, las paredes se vuelven lisas al tacto, a la vista, y brillantes, sólo una de las esquinas anda algo derrumbada. Produce un efecto desconcertante en el viajero: tal cual vas acercandote miras hacia su vértice, llega un momento que lo pierdes de vista debido al recogimiento en su estructura. Dos entradas conducen a dos cámaras funerarias distintas. No se puede entrar y de todas formas ya vamos tarde, aquí hay que venir con mas tiempo.
A dos kilómetros de distancia y contemporánea de Dahshur la pirámide roja despunta en el horizonte. Fue la primera de caras triangulares perfectas y es la tercera mas grande despues de Keops y Kefren. Para mi la mejor, es bellísima. No conserva su recubrimiento original de caliza blanca de Tura por lo que el color de la piedra utilizada en su construcción, rojizo, destaca sobre la arena del desierto dándole ese aire de embrujo faraónico.
Se puede entrar y por lo que cuentan en Radio Macuto, es toda una aventura. Nosotros no tuvimos tiempo pero si que vimos el acceso a unos 60 metros de altura, que ya de por si es un triunfo llegar a el.
Y nos fuimos a comer.... rica rica de verdad la parrillada de carnes y las ensaladas que sirvieron en el restaurante Alezba, un lugar peculiar, tipo chiringuito de parque acuático pero sin agua y con grandes fotos del Aga Kan y la Begum Salima. Muy rústico y costumbrista. Eran más de las 5 de la tarde, ya casi de noche cuando volvíamos al hotel, no sin antes una parada en la tienda de papiros para aprender el arte de la fabricación de estos documentos y de paso, adquirir algunos. Compré dos y me llevé tres, no muy caros aunque el que me gustaba era uno grandote del busto de Nefertiti sobre fondo negro, precioso, costaba como 300€. Hay algunos realmente espectaculares, recuerdo también una panorámica de El Cairo al óleo que andaba por los 600€, en fin, un dineral.
De allí al hotel y ni ganas de asomar los bigotes a la calle, andábamos todos para el arrastre. ¡ vaya día! Subimos a cenar al italiano de la planta enésima y luego a dormir, que ya casi habíamos perdido el hábito. Un dia nos quedaba en este enorme país y debíamos aprovecharlo a tope.
fotos de GIZA y SUR pinchando en GIZA Y SUR