martes, 1 de agosto de 2017

Romana Mérida- dia 2

Amaneciendo el día, me despierto en una celda conventual de gruesos muros y ventana estrecha que deja entrever la tranquila plazuela que une la calle de San Francisco con la Louis Braille, situadas ante el hotel. Llena de energía en esta radiante mañana que nos regala el precoz verano, busco a mis compañeros de ruta que hace rato rondan por los alrededores del parador, averiguando lugar para desayunar. A unos pasos, en dirección al mercado central, nos acomodamos en una terraza vespertina para tomar un café con algo mas que leche: un buen bollo con jamón extremeño y tomate que no se lo salta ninguno.
Hoy vamos a visitar lo imprescindible de Mérida, su teatro y anfiteatro, daremos un paseo en el tren turístico y nos asomaremos a su interesante museo nacional de arte romano. Muchas cosas y poco tiempo, como siempre.
 Dejamos equipaje preparado ya en coches, nos permiten utilizar el garaje hasta la hora que partamos, con lo cual nos vamos tranquilos a explorar la ciudad romana.
Lo primero es lo primero y con el calor que hará, conviene aligerar a primeras horas de la mañana las vistas exteriores.


"Yo, Dion Graco, cronista del grandioso emperador AUGUSTO, me dispongo a narraros el nacimiento de mi grandiosa y pequeña ROMA en la península de la Hispania “ AUGUSTA EMERITA”.
Corría el año 25 a.e.c., mi Emperador, Octavio Augusto encomendó a  Publio Casirio, gobernador de la Lusitania la fundación de la ciudad AUGUSTA EMERITA, como premio a los eméritos (Militares veteranos, de ahí su nombre en honor a su fundador y a sus primeros habitantes) legionarios de la V Alaudae y la X Gemina, tras las guerras acaecidas con los pueblos del norte peninsular. Los Cántabros y Los Astures, últimos focos de resistencia en la romanización  de la Hispania.
Gracias a los sabios consejos de los sacerdotes mi “amada y pequeña ROMA” nació a la orilla norte del río Anas (Guadiana) en un vadeo entre los puentes del Anas y Barraeca (Albarregas), en el cruce estratégico de caminos por donde discurría la Ruta de la Plata."

Son a penas las 10 de la mañana y el calor aprieta con ganas, adivino una jornada calurosa y extenuante.
Nos dirigimos a sacar las entradas para acceder al anfiteatro y al teatro que están construidos intramuros de la ciudad romana, sobre una colina elevada, el cerro de San Albín, para así poder aprovechar su pendiente natural en apoyar parte de las gradas.
Hay que entender la importancia que tenían en el mundo romano los espectáculos para comprender la magnitud de los edificios dedicados a estos y el dinero que se empleaba en entretener al pueblo. De todos los espectáculos, las carreras de carros y la lucha de gladiadores eran las preferidas del público, por eso son estos recintos los que mas aforo contaban y los que continuaron funcionando durante mas tiempo, a pesar de la censura del cristianismo romano y de la perdida de tradiciones. Según las cuentas, uno de cada dos romanos acudia al circo, uno de cada tres al anfiteatro y uno de cada seis al teatro.
La primera visita es el espectacular anfiteatro, inaugurado en el año 8 a. C., abandonado a finales del s.IV d. C. y comenzado a excavar en el s. XIX. Con capacidad para unos 15.000 espectadores, estaba destinado a la lucha ya fuera entre gladiadores, entre animales o entre gladiadores y fieras(venatio).
Su forma elíptica, aprovecha parte del cerro para descansar las gradas sobre la pendiente natural.
Una calzada rodea en forma ascendente el edificio y une las 16 puertas de acceso al recinto de las cuales tres son puertas monumentales, Norte, Sur y Este que comunican el exterior con la arena.
El portón principal, el mas imponente, nos presenta una escalera de madera habilitada para el público, salva la escala original por donde entraba el desfile que precedía al comienzo del espectáculo.
Las gradas se dividen en tres tramos o caveas, ima, media y summa, esta ultima, la superior, desaparecida, pues fue la que quedó sin enterrar y sus materiales se aprovecharon como cantera para otras construcciones a lo largo de los siglos.
En la ima cavea, enfrentadas en el eje corto, se pueden distinguir las tribunas, una para uso de autoridades y otra para uso de la persona que costeaba los juegos, aquí se aprecian inscripciones que hablan de la inauguración del anfiteatro en el año 8 a.C. posterior a la del teatro.
En el centro de la arena vemos excavado un foso llamado bestiario donde debían encerrar a las fieras hasta el momento de sacarlas para el combate.





Mi imaginación me transporta veinte siglos atrás y sentada en la media cavea oigo las voces de miles de personas que abarrotan el lugar, se mezclan con la música que anuncia la entrada de los gladiadores por la "porta triumphalis", los veo descender la escala hasta la arena, cuerpos brillantes, fuertes, enormes, musculosos, armados hasta los dientes unos, otros con un simple tridente y una red, alguno con armadura de cuero, casco y su gladio al cinto... mientras, otros en las habitaciones que rodean el foso, encomiendan su alma a Némesis, la diosa que les ayudará en la lucha;- " A Némesis para que salga con los mismos pies con los que he entrado"- reza una inscripción latina en una de estas estancias.



En el palco de mi derecha, el legado Publio Casirio se dispone a disfrutar de una tarde de diversión garantizada, toros, venados, tigres, osos, leones, jabalís y hombres preparados para jugarse la vida.....casi huelo la sangre que se va a derramar y empapará la arena.

En la summa cavea esclavos, mujeres y gente humilde se apiñan para una velada entretenida. Los espectáculos son gratuitos, corren por cuenta de algún político, a veces el mismo emperador o un ciudadano adinerado con ganas de aumentar su popularidad. Este es el que decide la vida o la muerte:
"¡IUGULA!: "degüéllalo" era el grito que hacían los espectadores cuando querían que el gladiador abatido muriera.
¡MITTE!: "Suéltalo"  era el contrario, cuando el gladiador abatido había luchado dignamente y con valor, se gritaba este término al tiempo que se colocaba el puño cerrado con el pulgar alzado."

Por la puerta del oeste, una pequeña calzada da acceso al teatro, construido antes que el anfiteatro, sobre el año 16 a.C. con el fin de dotar a la capital lusitana de infraestructuras que la hicieran digna de una gran ciudad romana. Sus materiales son mejores que los del anfiteatro, de hecho, se encuentra bastante mejor conservado y actualmente en uso. Las gradas, al igual que el anterior, se apoyan en la falda de la colina aunque el aforo de este es para 6.000 almas. No eran los romanos muy de teatro, en realidad preferían el mimo y otras tramas mas divertidas a las obras griegas, las mas habituales.

Entre gradas y escena, la orchestra, con losas blancas y grises, pertenecientes a una remodelación posterior, al igual que la ima cavea, donde se sentaban los nobles, impecable. A pesar de todo esto, nada mas acercarnos a el, la vista se va sin querer es al magnífico frente escénico. Sillares que estaban cubiertos de mármol rojizo, cuyos restos así lo atestiguan, soportando dos pisos de columnas corintias rematadas con friso y cornisas ricamente adornadas que alcanzan los 30 metros de altura.

Un muro de mármol remata esta escena a la que se accede por tres puertas, una central y dos laterales por donde entran los actores. Entre las columnas, estatuas de dioses y emperadores completan la decoración de tan augusto escenario.

 Tras la escena, florece un jardín con columnas y una zona porticada, aquí se encontrarían las habitaciones de uso para los actores, también un pozo, las letrinas en un lateral y los restos de una casa que debía estar dedicada al culto imperial.

Por supuesto, tiramos fotos a diestro y siniestro en tan magnifico lugar, incluso hicimos alguna prueba de sonido a ver si en la ultima grada se escuchaba la voz de los que pisaban la escena, que por cierto, no, hay que disponer de buenos pulmones para ser actor.
A la salida del recinto, mientras esperábamos para subirnos al tren turístico y como viene siendo habitual, además de agua, mucha agua, compré un par de láminas del teatro, preciosas, que aun no he colgado en la pared viajera.
 Llegó la hora de pasear sentados mientras nos contaban lo que íbamos viendo. Desde la última vagoneta, donde cabíamos seis y nos apretujábamos ocho porque el señor del tren no nos dejó ocupar la vagoneta anterior, disfrutamos de un recorrido de unos 25 minutos por los monumentos mas emblemáticos de la ciudad. Partiendo del teatro romano pudimos disfrutar del circo romano, el acueducto de los Milagros, la basílica de santa Eulalia, la Alcazaba o el puente romano cómodamente sentados a la sombrita.

 Con tanto andar y disfrutar, ya llegaba la hora de reponer fuerzas, primero fue una cervecita junto al templo de Diana con foto a la luz del día junto al monumento,

aunque el lugar elegido recomendado por tripavisor y algún emeritense para el almuerzo, fue el restaurante de Nico Jiménez, muy cercano al museo de arte romano, visita que teníamos pendiente antes de meternos en carretera hacia Cáceres.


Puedo decir que además de servir un excelente embutido extremeño, nos comimos la mejor presa que hayamos probado nunca, excepto quizás la de casa Vicente en Aracena que estaba igual de rica.

Nos quedaba por visitar el museo nacional de arte romano MNAR, del que la verdad no esperaba mucho, tampoco había leído demasiado sobre el. Solo puedo decir que es IMPRESIONANTE.
Impresionante el edificio, supera con creces los mejores edificios europeos construidos con el mismo fin, tres plantas visualmente comunicadas, divididas cada una de ellas en diez salas mas la cripta, en un sencillo ladrillo visto y con iluminación natural. Impresionante el contenido, la riqueza de las esculturas originales del teatro, circo, anfiteatro, foros, las metopas y frisos de las casas y edificios romanos, los  de los suelos que aquí incluso embellecen muros, joyas, utensilios, juguetes, lápidas, es único. Impresionante el sótano que alberga restos de algunas casas romanas de un barrio quizás extramuros, paredes de viviendas con sus ricas y ornamentadas decoraciones pintadas, mosaicos, columnas.... impresionante. Y lo mejor, al ser sábado por la tarde era gratis. Impresionante.
 Aquí está su web por si queréis echar un vistazo:

http://www.mecd.gob.es/mnromano/la-visita/recorrido-sugerido.html

Llega el momento de volver al parador, recoger bártulos y vehículos y abandonar esta romana capital a la que volveremos en nuestro viaje de regreso. Nos dirigimos por la via de la Plata hacia Cáceres, el hotel boutique Don Fernando nos espera en la Plaza Mayor, ocupada a nuestra llegada en la celebración de un triatlón que tiene colapsado todo el casco antiguo.
Tras el registro y reparto de habitaciones, marchamos en salida expedicionaria haciendo maravillas para cruzar el tinglado que tienen los deportistas y políticos aquí montado. Entramos por el Arco de la Estrella  a la ciudad monumental y caminamos por las calles empedradas ascendiendo hacia la plaza de Santa María, mientras los auxiliares de la carrera nos indican cuando pasar por las estrechas calles.

 si en Mérida hacia calor, lo de Cáceres son unos cuantos grados mas. El aire es caliente y a pesar de ser mas de las nueve de la noche esto no refresca. Un paseo por la ciudad iluminada y una sentadita a tomar algo fresquito en la plaza. Los valientes se quedan disfrutando de las copas nocturnas, mientras servidora se retira a su magnifica habitación con balcones a la plaza para disfrutar del aire acondicionado junto a la almohada de plumas. Mañana seguro que habrá más y mejor o por lo menos igual.


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