Esta noche, el padre David, mi querido David, nos ha regalado una celebración entrañable, llena de cercanía, de calidez y de agradecimiento. Las apocalípticas palabras de San Juan se han convertido por un momento en haces de luz que nos envolvían y hacían entrar en calor mi resfriado cuerpo. Y todo por una frase: "recordad a los vuestros que ya no están aqui pero están con nosotros". Verdad verdadera.
La Navidad es para mí de lo mejor que tenemos los cristianos, el nacimiento, el principio, el comienzo de nuestra historia, lo que somos, de nuestra razón de ser. Démosle el lugar merecido, sin distorsiones. Esos desvíos del orden original cada vez nos conducen, con más insistencia, hacia el consumismo y el festejo sobreactuado.
Demasiada saturación de comidas y cenas de empresa, grupos de no se que actividades nacidas de excusas justificables a destiempo, visitas inesperadas a deshoras que te hacen beber mas de la cuenta y festejar no se que cosa que no tiene nada que ver con el verdadero sentido de estas fechas.
Casi nunca he tenido ocasión de disfrutar estas "celebraciones", o no he tenido esa "suerte" y menos aún desde hace unos años, cuando el día más triste de mi vida transcurrió un 20 de diciembre. Todo cambió. No es cuestión de culpas sino de voluntad y amor que faltan a palazos. Para mi estos días se vuelven grises, aunque el Sol brille en toda su magnificencia. No entiendo tampoco que los míos lo olviden y no me envuelvan en su manto protector. No puedo evitar mirarlos con cierto reproche, por mucho que los quiera, si no lo recuerdan, dejémoslo así. Que cada cual aguante su vela.
No pienso permitirle el paso a las tinieblas, aunque me cueste dibujar la sonrisa en mi cara, aunque hoy me haya emocionado al escuchar a David y casi me haya echado a llorar. He recordado aquel sábado 22 en que Isidro, Alberto y él supieron, con su presencia y su bien hacer, consolar mi exhausta alma con algo que ya sabía y que el dolor me había hecho olvidar: "esto no acaba aquí, esto es solo una etapa más. Hay que tener fe". Subidón. Bendito el instante que cruzamos nuestros pasos.
Eso es, esa es la suerte que tenemos, que creemos, que tenemos fe, que sabemos que volveremos algún día, como Aquel que nos hizo a su imagen y semejanza. Entonces, podremos disfrutar de la verdadera Navidad. Ese es el sentido del nacimiento, de la ternura del recién nacido, de la Natividad. Como cuando la abuela Rosa nos contaba el cuento del ángel que vio al niño Jesús nacer en Belén, o cuando el abuelo "guisante" se disfrazaba de Rey Mago o de papá Noel y los peques alucinaban. Luz a raudales, felicidad en estado puro. Abuelos, hermanos, primos, tíos... papá.
Se que algún día volverá esa magia, que todos estaremos juntos y que la soledad, el frío y la tristeza que ahora se instalan en mi corazón cuando llega diciembre antes o después se convertirá en calidez, en sonrisas, en risas, en alegría y en paz.
Eso espero, para todos.
De mientras...Feliz feliz Navidad!
Os quiero😍
Macu
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