Entre brumas y soles norteños se desarrolló la novena peregrinación de los Agustinos caballas. Ha sido un perfecto recorrido por el helado Báltico donde no ha faltado el frío, la nieve ni tampoco el sol a la cita. Desde la Tallin medieval a la barroquísima Vilna, pasando por una Riga más que modernista se han sucedido paisajes invernales, playas y ríos congelados, iglesias ortodoxas, luteranas, góticas y barrocas, castillos medievales y palacios imperiales reminiscencias de la Rusia zarista, impresionantes edificios art decó, murallas teutónicas y gentes poco sociables, aunque amables. Días en los que solamente el dejarse llevar fue suficiente para disfrutar de la vida plenamente, de la Naturaleza espléndida que nos rodeaba, de los amigos queridos que acompañaban, de la alegría de compartir experiencias tan gratificantes como estas jornadas con los peregrinos agustinos.
Hemos podido comprobar como los católicos sobreviven a duras penas en Estonia y Letonia, este Norte tan ateo, luterano y ortodoxo, mientras que en Lituania, a la que sabíamos católica, nos sorprendió el grado de religiosidad, a pesar el de ser el último país de Europa en adoptar esta religión.
Hace poco más de veinte años que las tres repúblicas bálticas consiguieron su independencia de la difunta Unión Soviética, la “revolución cantada”, la llamaron. Con anterioridad a estos, daneses, alemanes, suecos y rusos zaristas pasaron por aquí. Los cambios en Estonia, Letonia y Lituania, bastiones comerciales en la Europa del medievo, han sido espectaculares desde entonces. Urbes grises y oscuras a saber, se han convertido en hermosas capitales bálticas que acogen al peregrino mostrando su cara más agradable, ciudades relucientes de luz y dinamismo tras haber sido declaradas "Patrimonio de la Humanidad".
Comenzamos en domingo de resurrección a las 6 de la madrugada para embarcar en el Passió per Formentera, y llegamos a Tallin (Estonia) pasada la medianoche. Nos esperaba un chico joven, con un cartel de Turismo y Peregrinaciones 2000 que nos dio la bienvenida en un perfecto castellano (resultó ser de Badajoz), de nombre Joaquín. Estupendo guía que consiguió integrarse en el grupo y compartir nuestro sentir.
Si bonita es Tallin en verano, mágica resulta en primavera nevada y con ventisca, nos enamoró para siempre. Ciudad salida de un cuento de hadas, llena de paisajes blancos inolvidables, inquietantes callejones empedrados con miles de historias grabadas en sus muros centenarios, pasajes abovedados, fría piedra gris en arcos soportales, atmósferas de otro tiempo. Toompea, y Vanalinn lucieron sus galas ante unos peregrinos no acostumbrados a ese frio que nos hacía buscar refugio en locales donde calentarnos con ricos vinos templados. Los padres agustinos, a petición del anciano dueño de Maiamokk, dejaron sus saludos en el libro de visitas de la histórica pastelería donde fabrican mazapanes desde hace más de 400 años y comercian sus famosos chocolates Kalev.
Conocimos las extensas playas bálticas de mares congelados sin orilla, se confunde el agua con la arena bajo capas de nieve helada, nos divertimos en el popular castillo de Trakai, disfrutamos de la Naturaleza en el encantador parque de Gauja, allí te puedes perder para encontrar grafitis del siglo XVII y románticos castillos medievales con leyendas, además de comprobar la inmensidad de los bosques y llanuras bálticas.
Tuvimos celebraciones eucarísticas en templos que habían sido fábricas o museos bajo la dominación soviética y ahora lucen con todo esplendor, vistamos iglesias simplemente maravillosas, como la catedral de Kaunas o la de San Pedro y San Pablo en Vilnius, una preciosa contemplación del barroco extremo.
Mención especial para el santuario de Ostra Brama donde los carmelitas custodian el cuadro de la Bendita Virgen María, Madre de la Misericordia, llamada también la Virgen de la Puerta de la Aurora, rodeada de corazones de plata y vestida de oro refulgente. ”Mater Misericordiae sub tuum praesidius confugimus”. Himno bizantino, muy antiguo, testimonio entrañable de la devoción a la Madre.
Llegamos a Riga, la luterana y quizás la más señorial de las capitales que nos sedujo con magníficas postales de su arquitectura modernista, ese art decó que fastidia cervicales, del mercado ubicado en los inmensos hangares donde antaño reparaban zepelines y de su centro histórico emblemático, sede de la Hermandad de los Cabezas Negras cerca de donde por primera vez se adornó un árbol de Navidad en la Noche Buena de 1.510, de eso presume la elegante y sorprendente capital letona.
Pero si algo conmovió las conciencias de estos peregrinos fue la humilde Colina de las Cruces, un santuario espontaneo en Siauliai. Es impactante, ves la fuerza de la fe inquebrantable de los lituanos que con orgullo se resistieron al régimen opresor. Kryziu Kalnas estará siempre guardado en el corazón de estos viajeros. Fue una impresionante visita al "lugar que brilla con la esperanza en la resurrección" en palabras del papa Juan Pablo II. No hace falta ser católico, solo ser humano, para entender el valor de este rincón del Mundo y reconocer su espiritualidad, su originalidad y sobre todo su valor simbólico. La fabricación artesanal de cruces lituanas está en la lista del Patrimonio Cultural Intangible de la UNESCO, algunas son obras maestras ya sean en madera, hierro, piedra o cualquier otro material, pero más importante que esto es que se trata de una tradición tan arraigada que ni la dura represión soviética la interrumpió.
Ya van nueve peregrinaciones y esperamos con ilusión la décima. Será en la próxima primavera, días para compartir, días de convivencia, juntos somos pura energía, somos vida.
Muchísimas gracias a todos mis queridísimos peregrinos empezando por los padres agustinos que año tras año nos acompañan y nos guían, nos dan su comprensión y su amistad incondicional. Cada minuto pasado en estos viajes ha merecido la pena, cada día en vuestra compañía es un lujo, somos equipo, somos amigos, somos peregrinos.
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