lunes, 15 de enero de 2018

de Palencia y otras piedras

Domingo lluvioso de enero, tarde de pijama, libro y sillón. Me asomo a la ventana y veo la cortina de agua que cae de un cielo gris encapotado. Escampa, llueve con más fuerza, vuelve a parar, salen dos rayitos de sol y otra vez llueve. Recuerdo aquel lunes de agosto en "tierras de Castilla", llovía con ganas, escuchábamos el sonido de truenos y relámpagos sentados cómodamente en el salón del colegio palentino mientras nos atiborrábamos a dulces caseros, compañeros de la hora del café. El padre Boni nos entretenía la sobremesa contándonos detalles de lo ya visto y haciéndonos la ruta para lo que quedaba de tarde en esta hermosa y acogedora ciudad, de la que sin duda, nos hemos llevado gratos recuerdos, una bella desconocida que empieza a perder el pudor y está dejando de serlo.

¿Alguien piensa que no hay nada que ver en Palencia?,  Está de lo más equivocado.
Tras un fin de semana muy trajinado, el lunes se nos presentó tranquilo, ya era hora. Cuando estamos de ruta siempre debe haber lugar para conocer algo mas que rincones. Conocer es una palabra muy grande, tanto como descubrir, y mas aún dependiendo de lo que venga escrito detrás.

Comenzamos la mañana de temprano, con un buen desayuno frente al magnífico edificio del mercado de abastos de la ciudad, construido a base de hierro forjado y cristal. Su particularidad es que no tiene ni una soldadura por lo que está considerado como monumento civil. Conserva la estructura de 1.900, cuando lo levantaron, aunque está rehabilitado y muy bien, por cierto.




Como curiosidad, comentar que justo delante, se encuentran uno de esos buzones para tirar la basura que llevan a depósitos subterráneos, bien, pues los palentinos utilizan tarjeta como las de crédito para que se abran, es decir, si no pagas el recibo de las basuras, no la puedes tirar.

 Un relajado paseo por la capital de la provincia, quizás una de las más antiguas del país, paraguas en mano, nos llevó por el entorno del hotel: la plaza Mayor engalanada para las fiestas, el ayuntamiento, el convento de San Francisco, los soportales de la bonita y modernista calle Mayor espina dorsal de la ciudad, la plaza de la catedral a la que prometemos visita, Puentecillas sobre el Carrión, la calle Mayor Antigua que trazaron los romanos, el puente Mayor, la iglesia de San Miguel donde según dicen, casaron El Cid y Dña. Jimena y vuelta, que llegamos tarde.



Y es que la capital hace juego con la provincia, una de las más espléndidas de la geografía española. Quizás no sea apta para todos los gustos, ya que es necesario un interés especial, no es la misma gente la que viene aquí a meterse en soledad a admirar una iglesia de diez siglos de antigüedad que la que va buscando el sol y el ambiente de la costa. A mi me gustan los dos, hay un tiempo para cada cosa. Lo que sí puedo asegurar es que hay mucho para ver y detenerse: edificios modernistas en la calle Mayor cercanos a conventos y fachadas barrocas, esa preciosidad de catedral que de ningún modo te anuncia las enormes sorpresas que guarda en su interior y que por si sola ya sería suficiente razón para venir hasta aquí, los parques siempre frondosos, que aseguran a sus ciudadanos el prorrateo más alto de todo el país m²verde/habitante, el apacible río Carrión con sus tres puentes que marcan tres épocas, sus museos, su gastronomía y su gente, buena gente, gente buena, de los de verdad.



 Y con ellos compartimos el dia, con gente buena de verdad. Una celebración con una gran familia de corazón que siempre quedará en el nuestro, así fuimos acogidos y nos sentimos, en familia.
En la avenida de Madrid palentina, donde un gran letrero recuerda que la capital de provincia fue sede de la primera universidad española, se encuentra el colegio San Agustín de Palencia.


 Este edificio, que ha visto pasar mas de 60 promociones de alumnos y seminaristas, que ha llegado a tener en sus aulas a 500 chavales y en su internado casi otros tantos por curso, tuvo que cerrar porque su proyecto dejó de ser viable. No tenía alumnos. Cosas de los tiempos actuales. Lo del cierre de este centro hace 7 u 8 años, me parece de juzgado de guardia cuando la calidad de los agustinos en cualquier capital española ha sido siempre cinco estrellas.
Ahora dedican sus estupendas y amplias instalaciones, incluido huerto, canchas deportivas, clases, dormitorios, iglesia, etc a cursos esporádicos de inglés en verano.


 La educación escolar en este país ha cambiado mucho, en mi opinión, a peor. Creo que hoy día la enseñanza llega a todos los niveles de la sociedad, en eso si que hemos mejorado considerablemente, pero por desgracia, la calidad de la misma deja mucho que desear. Un sistema educativo donde los maestros son más funcionarios que profesionales de vocación, donde los que deciden qué materias, como y cuando impartirlas son políticos,  donde los alumnos tutean a los profesores y los padres piden explicaciones y hasta son capaces de llevar a los tribunales a un maestro por poner un poco de orden en una clase, está condenado sin duda al más absoluto fracaso. Si no queremos que esto se perpetúe en el tiempo, deberíamos volver a los valores que le dan sentido a la vida: al respeto,a la espiritualidad, a la tolerancia, al honor, a la familia.... mil y un conceptos  que dejan de tener sentido con tanto mirarse el ombligo cada cual  y al móvil.

 La jornada no se pudo presentar mas enriquecedora, además de compartir misa, mesa y mantel con nuestros anfitriones el padre David y sus padres, Mina y Jose Luis, lo hicimos también con el padre Agustín, rector de la comunidad palentina y responsable de nuestra presencia allí, además de con Juanjo, encargado de la logística y mantenimiento de las instalaciones, con Clara, doctora, bloguera y magister en manualidades, con el doctor Vela, velador de la salud de la comunidad, que me contó durante el almuerzo mil y una anécdotas  de su relación con la casa, con fray Castilla, quien a pesar de sus muchos, muchísimos años y apoyado en un par de muletas, no se perdió puntada e hilvanó más de un comentario sobre su tierra jerezana y Ceuta. También tuvimos ocasion de conocer al obispo emérito de Cafayate, en Argentina, D. Mariano Moreno  que por motivos de salud andaba por estos andurriales con la esperanza de conseguir recuperarse y volver pronto a su tierra prometida, un señor encantador debo decir, muy amable y cariñoso con todos.
Aunque por el Norte no celebren el santo "del nombre", el dia de San Agustín fue una gran celebración para todos, a la que por supuesto se sumaron además de la comunidad agustina, los padres y familiares de frailes de la zona, convirtiéndose en una jornada realmente entrañable que acabó pasadas las cinco de la tarde con la recomendación del padre Boni de una vista a la iglesia más antigua de España en activo, San Juan, en  Baños de Cerrato y asistencia a Vísperas en el monasterio de la Trapa.

Nos despedimos de todos, sobre todo de Clara, con la complicidad de los buenos conocimientos y la  certeza de que mantendríamos contacto, porque hay gente que siempre está ahí, al otro lado. Cuando nos fuimos, me di cuenta que no había tirado ni una foto, ni siquiera con ella, tampoco es que sea imprescindible, no hace falta. Con leerla los lunes que "vencen la semana" y sobre todo los alegres "por fin es viernes" me seguire conformando, aunque me encantan los miércoles cuando google+ avisa de un nuevo post en exprime-t . No lo dejes Clara, seguro que hay mucha gente que aunque no lo diga, te espera. Tengo el marcapáginas que me diste ese dia en mi libro de cabecera.
Carmen se trajo unas cuantas ramitas de árboles frutales que le regaló Juanjo para que las enseñara a los chiquillos de sus clase de parvulitos. Eso es una maestra de verdad, se acuerda de ellos en plenas vacaciones, ¡si señor!.
El enorme huerto plagadito de manzanos y  árboles frutales de todas clases estaba reventón. Nos comentó fray Juanjo que se había pegado dos dias atrás la gran paliza recogiendo manzanas y ahora no habia bastante tarro de linimento para los dolores musculares. Pocos habían ido a echar mano, a recolectar.

David nos condujo hasta la localidad de Baños del Cerrato pero nos encontramos con una pequeñita y preciosa iglesia visigoda cerrada a cal y canto, los lunes está todo cerrado en Palencia, es uno de los indicadores de que no hay turismo masivo. Otra visita más apuntada en la agenda para el dia siguiente y vuelta a la autovía a buscar la Trapa para tomar un chocolate, hasta Vísperas aún quedaba un rato y con la tarde de lluvia que hacía, el chocolate calentito se apetecía bastante.
Es curioso, el monasterio se localiza a un lado de la autovía y a escasos 500 metros, al otro lado de la carretera, la fábrica, justo en frente.


Cuando entras en la chocolatería de la Trapa el perfume a cacao te "atrappa" y lo envuelve todo. Chocolate por aquí, bombones por allá, para una fan acérrima al chocolate como yo, esto es el paraíso.


 Total que ¡chocolates calientes celestiales salpicados de historia para todos!.
El chocolate es una tradición de la zona desde que en 1.891 se instalaran en lo que quedaba del antiguo monasterio de San Isidro de Dueñas unos monjes cistercienses de origen francés, de la Estricta Observancia. Estos monjes, más conocidos como trapenses, tenían sus propias recetas para cocinar chocolate que encandilaba a propios y extraños. El monasterio pasó a ser conocido como la Trapa,  y el  negocio de chocolates comenzó a crecer, cacao en polvo, tabletas de chocolate, bombones.... En 1.960 decidieron montar la empresa y la fábrica y en 1.984 la vendieron, formulas incluidas, a Rumasa. Hoy día, la fábrica está en manos de una familia palentina, los Fernández Calvó que han multiplicado y modernizado el negocio que ya factura unos 10 millones de euros, exporta a 50 países y cuenta con 125 empleados.
 La fábrica se asienta en territorio del monasterio y con los monjes aún mantienen acuerdos, como por ejemplo utilizar la leche de la vaquería de la Trapa para la preparación del chocolate que nos tomamos en la chocolatería donde estamos.
Disfrutamos de un rico chocolate trapense con bizcochitos  y compramos bombones a granel para un regimiento. ¡que ricos!. Son famosos los cortadillos de dos capas de praliné además de los bombones clásicos.
Se nos echa la hora encima y aunque solo hay que cruzar al otro lado de la autovía debemos irnos ya. Atravesamos a toda prisa la fachada principal del monasterio para dirigirnos a la entrada de la iglesia, al final de la plazoleta, donde esperamos poder asistir al rezo de Vísperas. Un poco antes, una pequeña puerta permite entrar a la capilla del padre Rafael  Arnaiz, canonizado por el papa Benedicto.


En este austero cenobio de líneas herrerianas que se enlazan con ábsides románicos, conviven un puñado de monjes de clausura dedicados a trabajos físicos, como la huerta o la vaquería, al ritmo que marcan los rezos. También dan hospedería a quien la necesita, días de reflexión y descanso.
 La jornada comienza sobre las 4 de la madrugada con el rezo de Vigilias y acaba a las 8 de la tarde con Completas, en medio, tareas, más rezos y estudios, porque estos no andan en Babia, saben de política y deportes, de ciencia y sociedad. A las 9 de la noche se van a la cama previa Lectio Divina.
Es una vida austera, hay que ser muy valiente y muy feliz en ella para llevarla.
Entramos a la iglesia por la puerta románica y casi me como al que va delante mía, todo es oscuridad, no veo nada.

Las pupilas se acostumbran ya distingo los bancos, me siento al lado de Mina, comienzo a observar a mi alrededor. Una reja separa el fondo de la iglesia, donde nos acomodamos, del resto. Entran algunas personas que se colocan en los bancos situados delante nuestra, al otro lado de la reja y entonces se enciende la luz. La nave del templo, oscura, fría y húmeda como el dia que nos está acompañando, se enciende para la oración. Los monjes ocupan sus lugares en el coro, visten unos holgados hábitos blancos.

Las gargantas comienzan a templar voces, se notan educadas, graves, divinas. Son muchos, unos mayores, otros maduros, aunque me sorprende la juventud de algunos, muy jóvenes, con cabezas rapadas, movimientos casi espasmódicos, enérgicos.
Me resulta anacrónico estar aqui, en este rincón del planeta donde estos hombres rezan a Dios, suplican con sus preciosos cantos por los que sufren, los que necesitan de su ayuda, por todos nosotros que apenas somos capaces de seguir la ceremonia. Yo por lo menos no. "Dios mío ven en mi auxilio, Señor date prisa en socorrerme"....  Estoy totalmente enganchada con esa hermosa música que sale de sus cuerdas vocales, esta especie de cantos gregorianos que no entiendo pero que hipnotizan, son capaces de emocionar y tocar la fibra sensible, es la Liturgia de las Horas. No dura mas de quince o veinte minutos, me llega al alma.
Nos vamos, regresamos al hotel para descansar un rato antes de salir a conocer la noche palentina.
Otro homenaje en casa Lucio (tapeo de sobresaliente) para rematar otro dia espectacular en esta ruta castellano leonesa que nos está enamorando cada dia mas.










No hay comentarios:

Publicar un comentario