En los próximos días empezarás a encontrar por nuestra ciudad carteles, cartas, publicaciones etc que hablarán del evento.Será el día 9 de junio, en el Parque Marítimo. Nuestro Antonio venderá las entradas en el cole y no es por meter prisa, que también, pero estoy segura que se las quitan de las manos. No hay una persona que se haya enterado de la fiesta a estas alturas y no quiera ir. Seguro que hay algún remolón por ahí que piensa que para ser solo una cena es caro, bla.bla,bla.....particularmente no lo veo así, para mi es la recompensa por dar un dinero a una buena causa, no estoy comprando una entrada, estoy ganándome el derecho de decir que contribuí al sonido de las campanas y a la fabricación de unos bancos para mi iglesia de toda la vida. Es un orgullo, es un honor, es un placer dar y recibir esa invitación a cambio de tan poco.
esto ha salido hoy domingo publicado en El Pueblo de Ceuta.
esto ha salido hoy domingo publicado en El Pueblo de Ceuta.
¿Por quién
doblan las campanas?
Esas
campanas dejaron de sonar hace casi cuatro años. La Iglesia de la plaza de los
Reyes, la de los Padres Agustinos, cerró.
Amenazaba ruina.
El
Ayuntamiento de las Cuatro Culturas ha sido colaborador y generoso con este
viejo edificio que ya estrena tejas relucientes en su testa. Los pintores se afanan dando los últimos
toques al renovado interior. Pronto se
retirarán y un desfile de limpiadoras barrerá el suelo y sacará brillo a los
mármoles del altar para que reluzcan como espejos.
Yo, como
seguramente tu, hemos pasado infinidad
de veces por delante de la puerta de la iglesia. La primera vez puede que en coche de capota
conducido por una orgullosa mamá; ese
día, el campanario de San Francisco se quedó grabado en nuestras aún inmaduras
retinas.
En sus
bancos nos arrodillamos el día de nuestra
Primera Comunión las de mi clase
de las monjas, también todos mis hermanos, muchos de mis primos y un buen
puñado de amigos. Puede ser que tú fueras al cole de los Agustinos o que te
pasaras las horas muertas de la adolescencia retrepado en las verjas del patio
de la iglesia. O probablemente seas de los que entran a rezar a menudo, o de vez en cuando. ¿Quién no ha saludado alguna vez al
Cristo de la Humildad y la Paciencia o a la Virgen de las Penas? Quizás
pertenezcas a esa raza que tiene el corazón partío entre Ceuta y Granada
y te vayas directo a la hornacina de la
Virgen de las Angustias a pedir sus favores;
devotos cuenta esta a puñados.
Si te dijeran que esa iglesia, tu iglesia de toda la vida,
la que forma parte de tus genes, necesita unas horas de tu tiempo ¿Acudirías? ¿Colaborarías?
¿Participarías?
Andábamos de
sobremesa, charlando de comuniones cuando alguien preguntó qué le quedaba a San
Francisco para acabar obras, a continuación otra pregunta quedó suspendida en
el aire: ¿Qué tal una gala benéfica para las campanas y los bancos? Así nació, como casi todas las buenas ideas,
espontánea, humilde. Apenas un segundo más tarde, aquello se
transformó en una ola gigantesca que nos arrastró a todos los que allí estábamos,
un “brainstorming” que se dice ahora.
El almuerzo, que se alargó más allá de “maitines”, dio a luz una junta para festejos y eventos además de un saco llenos de sugerencias. Me fui a dormir con una servilleta en el
bolsillo llena de garabatos y mi cabeza
rugiendo con la tormenta perfecta. Hoy
estamos con una cena benéfica entre
manos, de la que cada vez que hablo a alguien para pedirle colaboración,
patrocinio o asistencia la respuesta es
“lo que quieras”. ¿Lo
que yo quiera? ¿Cómo es esto? ¿De verdad
que vas a participar con tu trabajo, con
un donativo o acudiendo a la fiesta?
Discurre mi cabeza pensando
en tan buena voluntad y creo que sí, es
real, porque esta iglesia forma parte de nuestra vida, de nuestros genes de
caballas.
Faltan los bancos y las campanas. Vamos a trabajar por
ellos. ¿Cómo vamos a dejar que mueran en el olvido el repique de esas campanas?
Nunca. San Pablo y San Agustín tienen que doblar fuertes, seguras, orgullosas,
alegres, eternas. Su nuevo sonido surcará los cielos y llegará a través de los
siglos allá donde se encuentren nuestras almas y nos susurrarán al oído que su música fue compuesta nota a nota por
nuestro esfuerzo, en otro instante, en otro
lugar.
Nuevos
bancos de madera relucientes imagino
ordenados en filas en sus naves ahora vacías. Un dibujo serigrafiado
nos recordará que son los Padres Agustinos los custodios del lugar.
Generaciones venideras los utilizaran, entre ellos habrá, seguro, algún que
otro descendiente nuestro. No sabrá quien financió esos bancos, pero desde nuestra ventanita en el cielo, nos meteremos en su sueño y
le contaremos que fuimos nosotros, los que acudimos a la fiesta del padre Isidro.
Señalad el 9 de junio
en el calendario con un gran círculo rojo. Esa noche los padres agustinos darán la bienvenida a sus más ilustres
invitados: los benefactores de los bancos
y las campanas de San Francisco.
Preparad vuestras mejores galas porque esa noche disfrutaremos
la mejor compañía que se pueda encontrar
y nuestros anfitriones lo agradecerán como solo ellos saben hacerlo,
encargándole a los ángeles que nos guarden
de mal, por los siglos de los siglos.
San Agustín lo dijo: “da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta”. Claro
que si, falta me hace. Vayamos, porque yendo estamos dando lo que está
faltando. Consigámoslo entre todos. Es fácil y la noche puede ser joven, única, emblemática. Vayamos y
compartamos. Con la gente que te aprecia y que aprecia su iglesia, su colegio,
su institución. Con todos, con los
amigos, los peregrinos, los compañeros, los conocidos. Y los curas, esos curas que son oro molido.
El principio y el alma de todo.
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